En la calle "Santa Compaña" había instalado su pequeño rincón esotérico Dolores; una meiga, lectora de tarot y runas. En su tienda atendía consulta cada día, además de poder adquirir todo tipo de velas, brujas o productos para diferentes rituales.
Una vez a la semana acudía a la radio local donde, radioyentes resolvían dudas sobre el amor o el trabajo, esperanzadas con el resultado de una tirada de Dolores, la meiga blanca.
Siempre que tenía que traspasar el umbral de su tienda, respiraba hondo; era un mundo que le impresionaba y, a la vez, inquietaba.
Aquel día, a medida que sus pasos avanzaban, un olor extraño activó sus sentidos al 100%. Llamó una vez, otra… pero Dolores, no respondió. Cuando ya se iba, un grito en el fondo del local, provocó que, con un sobresalto suyo, el paquete que llevaba para entregar, terminase en el suelo. Se quedó paralizada en la puerta sin saber que hacer, hasta que unas voces rompieron el silencio.
Había alguien más ahí dentro. La curiosidad le hizo moverse con cautela, procurando no hacer ruido... poco a poco, se dirigió al lugar donde procedían las voces. Agachada detrás del mostrador, vio a una mujer vestida de negro y, tumbada sobre un círculo de velas blancas, Dolores y otras personas, danzaban a su alrededor.
Una mujer robusta, de piel negra y origen cubano, repetía unas frases en una lengua que nunca escuchara, además de salmos y plegarias de gratitud a la Diosa del Mar y la Maternidad.
Ella estaba tan confusa y asustada, que apenas había notado la llegada de Dolores, que... con pañuelo húmedo, tapaba su nariz; adormeciendo sus sentidos por tiempo indefinido...“Me temo que serás la siguiente… sabes demasiado”.
Saludos Insurgentes