«Una flecha directa al corazón»

Sandra es el amor personificado en mujer, es dulce, cariñosa, atenta, generosa... 

La noche de San Valentín lo había preparado todo al milímetro, velas, pétalos de rosa, una cena digna de cualquier restaurante estrella michelín, vino y música de Michael Bublé. Un ambiente perfecto para pasar una noche mágica aunque en el fondo ella se conformaba con una velada tranquila.

Su marido llegó tarde del trabajo, la besó en la mejilla y se sentó en la mesa esperando que su esposa le sirviera la cena.

Los minutos pasaban como si ese ambiente que desataría la pasión de cualquier otra pareja no existiera, conversaciones banales, miradas perdidas y temblores en las manos de ella que intentaba disimular colocándolas en su regazo para no mostrar su nerviosismo. Al servir el postre y dejar el plato de Guillermo sobre la mesa derramó una copa de vino.

-¿Esto es todo lo que sabes hacer, zorra, manchar mis pantalones? -Le gritó acompañando esas palabras en forma de puñal con una bofetada que le partió el labio.- ¿Para esto has preparado esta cursilada, para acabar estropeándolo como haces con todo? No sirves ni para preparar una estúpida cena.- Seguía escupiendo a la vez que incrementaba la potencia de sus golpes.

Y yo, Cupido, el Dios del amor y el deseo, me cansé de ver cómo ese corazón bondadoso se partía en pedazos cada vez más pequeños; en ese mismo instante decidí cambiar las reglas del juego.

-Tú, desgraciado, es hora de acabar con esta película de terror.- Le dije mientras le disparaba una flecha de plomo al centro de su corazón.- Sandra esto no era amor y no podía consentir que siguieras así ni un solo golpe más. Es hora de que busques el amor verdadero, uno que te dé paz y pasión en partes iguales.