<<Las agujas del reloj de la catedral marcaron las diez y un lento y melancólico tañido comenzó a recorrer las calles del casco histórico de la ciudad. Una densa niebla ocultaba las fachadas de casas y edificios de la mirada acechante de unos ojos que aguardaban su momento, en medio de aquel paisaje tenebroso, para pasar a la acción. Tras la décima campanada, el silencio se apoderó de nuevo de aquel lugar olvidado por el tiempo. Tan solo el viento parecía haber escapado del embrujo de aquella noche invernal y susurraba, en su lamento, profundas letanías que se iban diluyendo en medio de la oscuridad. Un centenar de metros hacia el norte, una pequeña sombra se iba acercando lentamente mientras … >>
Esteban dejó caer la pluma sobre la media docena de papeles manuscritos que había en su escritorio e inclinó su cabeza, al tiempo que negaba amargamente, fruto de la desesperación y el desengaño.
Hasta ese momento, sus publicaciones se habían caracterizado por transmitir una combinación de optimismo y esperanza. Con el tiempo, había ido fidelizando a sus mejores lectores a través de composiciones literarias repletas de energía y positividad y, de esta forma, se había hecho un hueco en las estanterías de muchos hogares. Sin embargo, la luz que había iluminado, hasta entonces, cada palabra plasmada en sus escritos había desaparecido por completo hasta transformarse en un mar de penumbra y desasosiego.
Trató de enjugar sus lágrimas, restregando suavemente los nudillos sobre sus ojos, maltrechos de tanto lamento y, cuando, al fin, su mirada se hizo nítida de nuevo, se dio cuenta de que aquel goteo incesante de pena y desdicha había echado a perder su trabajo y apenas quedaban algunos borrones de tinta esparcidos por las hojas de papel.
En un primer momento, un impulso de ira recorrió todo su cuerpo y sintió la tentación de hacer pedazos aquel puñado de páginas malditas pero, rápidamente, se dio cuenta de que aquel texto no era propio de su estilo y no iba a ser mayor problema que se hubiera estropeado. Ahora, el verdadero problema era comprender qué podía haber cambiado recientemente en su vida hasta el punto de afectar a sus creaciones literarias.
Y fue entonces cuando apareció ella. Emergió más hermosa que nunca en medio de sus recuerdos. Apareció como surge el primer rayo de sol, tras una intensa tormenta, para dar vida al vistoso arcoíris, llenando de nostalgia el corazón malherido de Esteban.
María había sido para Esteban el pilar sobre el que cimentar su vida, la mecha de su ilusión y el fuego de sus anhelos. Cuando ella se había marchado unos meses atrás, él pudo observar cómo se apagaba, para siempre, una estrella en el firmamento. Sin embargo, hasta esa misma noche, no había sido consciente de que aquella situación estaba afectando seriamente al otro gran amor de su vida, su pasión por la escritura.
Permaneció sentado en la silla, frente a su desgastada pluma y aquellas páginas desechas de melancolía, reflexionando durante un sinfín de horas, tratando de encontrar el equilibrio entre su desazón y sus sueños. Tenía claro que, sin María, nunca más habría un nuevo libro suyo que colocar en una estantería pero, ante todo, se dio cuenta de que, desde su marcha, su vida entera había dejado de tener sentido y se encaminaba, sin retorno, hacia un abismo infinito de tristeza y dolor. No fue necesario pensarlo ni un segundo más. Se armó de valor, tomó su abrigo y se encaminó a buscar a su amada.
Durante el trayecto, intentó pensar qué era lo que podría decirla para convencerla de que volviera junto a él, pero no conseguía tener una visión nítida de cómo podría desarrollarse el encuentro. En ese momento recordó sus libros y el bien que habían hecho a muchos de sus lectores. ¿Por qué no iba a tener validez para él?
Llegó a casa de María y llamó a la puerta. Ella abrió un tanto desconcertada y, antes que pudiera manifestar su sorpresa, Esteban tomó la palabra.
- Por favor, te suplico que antes de hablar, me des la oportunidad de expresar algo que tendría que haberte dicho hace mucho tiempo y que, por mi descuidada personalidad, nunca te dije.
María le dirigió una mirada despectiva. Sin embargo, le permitió continuar.
- Estos últimos meses sin ti, me han permitido darme cuenta de lo valiosa que has sido para mí y de lo importante que sigues siendo, a pesar de la distancia. Hasta hace nada, creía que la clave del éxito en mi vida estaba en mi propia persona. Sin embargo, aunque me haya costado mucho descubrirlo, ahora tengo claro cuál es la causa de mis logros y victorias, que no es otra más que tú. Cuando tú estás, cada día es primavera, cada gesto se convierte en sonrisa y la vida se convierte en una fuente inagotable de energía. Te necesito aquí, a mi lado, ahora y siempre, mi corazón te busca sin descanso a cada instante, porque te desea y te ama con infinita locura.
La emoción se palpaba en cada palabra, en cada respiración, en el brillo cristalino de la mirada de los dos. María no tuvo ninguna duda de que quería pasar el resto de su vida con Esteban y él se dio cuenta que, desde que tuvo a María ante sus ojos de nuevo, las palabras habían vuelto a fluir de sus labios como un manjar de delicias que disfrutar y saborear. Si sus palabras sonaban como una dulce melodía mecida por el viento, su pluma pronto volvería a volar sobre cientos de miles de páginas en un sueño inagotable de ilusión.
