UTOPÍA -

«UTOPÍA»

994 palabras
8 minutos
77 lecturas
Reto creativo «Escribir es invitar»
😵 Imagina la aventura personal de un o una novelista que pierde la noción entre la realidad y la ficción.

Estaba emocionado.

Desde hacía unas semanas que no la había podido ver.

Lo de ser escritor a tiempo parcial no le resultaba rentable y tenía la necesidad de hacer trabajos extras para mantener la emancipación que, hacía unos meses y que después de treinta y cinco años había conseguido poder permitirse.

El tiempo transcurría muy lentamente.

Los segundos minutos, los minutos se hacían horas …

Tenía por delante, dos semanas bien merecidas de vacaciones.

Había estado deseándolas tanto, que no recordaba haber ansiado algo a lo largo de su vida como aquello.

Realmente las necesitaba.

Y no solo porque así podría pasar veinticuatro horas con ella si quería, sino porque tenía el alma cansada, el espíritu olvidado y la alegría perdida.

Pero eso estaba cambiando, desde que la conoció.

Necesitaba tiempo para ambos.

Deseaba que estas dos semanas fueran espectaculares.

Necesitaba poder demostrarle que, a pesar de las diferencias o adversidades, que no había nada, que pudieran hacer para no llegar a estar juntos.

Y eso lo excitaba mucho.

Pretendía convencerla de que su amor era tan puro, tan real, que no estaba dispuesto a que nada ni nadie se interpusiera entre ellos.

                Empezó a prepararse para la gran cita.

Su ilusión se hacía visible.

Se miraba en el espejo, buscando su mejor sonrisa, queriendo estar espléndido para ella.

Buscaba entre toda su ropa la combinación única.

Empezó a sonar Wicked Game desde el reproductor del comedor activado por control remoto.

Al principio solamente la veía como una amiga especial al resto, pero al irla conociendo, estaba completamente enamorado de ella.

Su autoestima siempre había sido bastante escasa. Su aspecto físico le hacía creer que era un ser despreciable. Un bicho palo, sin gracia con el pelo rapado casi al cero, con sus piernas y sus brazos kilométricos.

Pero ella, había conseguido a través de sus palabras enseñarle que estaba completamente equivocado. Le había contado lo importante que había sido estos meses de evasión de su realidad. La realidad de ser prisionera de otro hombre.

Pero su corazón había sufrido un cambio tan duro, que desde que conoció al escritor, no deseaba otra cosa más que estar con él, aunque sabía que era un amor imposible. Un amor efímero y ella era la única consciente, que ese amor no podía llegar a ningún lado.

               

                Quedaban un par de minutos para verla.

Él ya sabía de antemano, que ella no solamente iba a dejar al marido, sino que se abalanzaría a su cuello buscando protección infinita.

Estaba nervioso; las manos le temblaban y sudaban mientras el ritmo cardiaco, se le iba disparando por momentos.

¡Era la hora!

A penas quedaban segundos para verla aparecer en la pantalla de su ordenador.

Allí estaba, donde la había dejado.

Justo en la página 317.

En aquel parque en mitad de la nada, sin importar los arbustos o pájaros que normalmente estarían. Sin darle importancia del decorado o ambientación.

Solamente importaba “ella”.

Era magnífica, era especial. Un conjunto de cualidades que, a pesar que el mismo le había otorgado y algunos no le acababan de gustar, era magistral.

Su carácter, su figura, su todo.

Esos labios que lo volvían loco y necesitaba no dejar de besar.

Por fin, había encontrado su compañera perfecta. Esa persona con la que eres capaz de embarcarte con los ojos vendados sin importarte el cómo acabará esto.

Se acercó lentamente hacia el banco en el que ella se encontraba.

Su espalda quedaba al descubierto por la camiseta que solamente se sujetaba por un tirante atado a su dulce cuello.

El pelo, recogido en un informal copete, dejaba viajar sin rumbo los cabellos que quedaban sueltos por la dulce brisa estival.

Cuando llegó a su altura, se acuclilló y con aquella voz armoniosa que lo caracterizaba, le susurró al oído.

-¡Escucha, no te muevas!- sus palabras salían sibilinas entre sus dientes- ¡No volverás con él jamás!, hoy termino esta historia y no hay nada que se pueda hacer. Yo soy el escritor, ¿Lo entiendes?...

…Necesito oír de tu boca que soy tu razón de ser como tu eres la mía- su brazo estaba sujetando dulcemente aquel cuello que no paraba de acariciar con el dedo pulgar- Solo tú tienes la llave para que siga creando. Podemos hacer cualquier cosa que te imagines, no hay límites, solo necesito oír esas palabras que tanto deseo que pronuncies y que nunca eres capaz…

-¡Atiende!- le interrumpió- Debes entender una cosa. Por mucho que te amara, por mucho que fueras mi mundo, o por mucho amor que te jurara, esto no es más que la proyección de tu mente. Es una mera ilusión. No puedes hacerme real ni tu puedes ser de papel…

-¡Calla por favor!-le suplicó de la manera más sincera que jamás había tenido-Haces que me rabie el corazón. Sigues sin entender nada. Yo soy el que relata esta historia y solamente yo decido cómo termina, lo que vas a hacer, o lo que vamos a ser…

-¡No!-volvió a interrumpirlo-No puedes acabar algo que no existe. No puedes empezar algo que nunca sucedió. Me tendrás en tus pensamientos, pero solamente ahí permaneceré. Tú seguirás con tu vida y yo seguiré con la mía. Me alegra que nuestros caminos se encontraran y aunque desearía poder complacer eso que tanto ansías, es imposible.

El pecho le latía desorbitadamente. La sudoración era visible por cada poro de su piel. El dolor de cabeza era insoportable, pero aún así pudo escribir:

                “¡Y ella desapareció!

Se desvaneció en mitad de aquel parque desolado, sin vegetación y sin fauna. Un fundido en blanco. El dolor que sentía era insoportable. Sabía que la había perdido para siempre y ya no tenía ganas de vivir. Quería que todo aquel dolor, desapareciera y sintió tanta rabia que se quedó gritando, mientras aquellos momentos se perdían en el tiempo como lágrimas en la lluvia.                          Fin          ”

A la semana, encontraron su cadáver putrefacto; había sufrido un infarto justo al terminar su primera y única obra.

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Marta Fernández López
08 sept, 07:30 h
Me ha gustado mucho
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