Hoy es el día en el que la abuela cumple cien años, aunque la verdad no está para muchas celebraciones. Hace ya cinco que esta maldita enfermedad la ha alejado de todo su pasado, ni tan siquiera recuerda a sus cinco hijos y diez nietos. Aun así, nos hemos reunidos todos para festejar que aún está con nosotros y agradecerla todo lo que ha hecho por nosotros.
Desde su sillón nos observa como a unos desconocidos, tan solo recuerda a su marido, nuestro padre, muerto hace ya veinte años, pero al que llama constantemente como si todavía viviera.
Ahora toca el momento de soplar las tres velas de la tarta, no sabrá muy bien por qué, pero no importa, ella es feliz, al fin y al cabo. De pronto ocurre algo inesperado, se incorpora y se pone a hablar con una inusitada lucidez, como si de repente hubiera recuperado toda la memoria perdida y dijo:
—Siento que estoy en los últimos momentos de mi vida, pero no puedo irme de aquí sin haceros una confesión, un secreto que he guardado durante toda mi vida, pero que no debo llevarme al otro mundo. Todos vosotros, mis cinco hijos, no lo sois del padre que os ha criado, del que fuera mi marido, el pobre era estéril, aunque no lo sabía. Sois hijos del que fue durante muchos años mi amante, un oficial nazi refugiado en España, su nombre ahora no importa demasiado. ¿Acaso no os habéis preguntado por qué sois todos rubios cuando vuestro padre era moreno?
Todos nos quedamos sin saber que decir y sin respuestas, fue lo último que dijo. La abuela sopló las velas, se volvía a recostar en su sillón y se murió.
Una historia diferente!
Me ha gustado, enhorabuena paisano.
Saludos Insurgentes