MENCÍA RIBERA. VIDA DE ESCRITORA
Tengo un observador al otro lado de la calle; en el edificio de enfrente, y como si fuera un espía anota todo aquello que hago durante el día. La verdad es que debe estar bastante aburrido: Estoy en mi estudio unas siete horas, haciendo mis pequeñas paradas para tomar una infusión o algo de ejercicio.
Cuando estoy en proceso de escritura me fundo dentro de la pantalla de ordenador y comienzo a escribir sin parar, sin revisar apenas lo que escribo. Es un defecto mio, porque debería ir leyendo de vez en cuando para luego no eliminar tantos datos innecesarios.
Ahora tiene una de esas cámaras con teleobjetivo y está comenzando a hacer fotos. Me empiezo a poner nerviosa y busco en Google el teléfono de la comisaría mas cercana. De momento voy a correr las cortinas, a ver que sucede.
Mi último libro fue un éxito de ventas que me hizo recorrer buena parte de la geografía española y sudamericana. Recorrí 50 ciudades en dos meses, tras el cual me tomé un descanso después de la presentación y firmas por las principales librerías. Pero ya han pasado ocho meses y reconozco que el gusanillo de escribir nunca se ha ido. He ido anotando en mi cuaderno de cuadrícula cada dato y pensamiento de esta novela que ahora comienzo a escribir. Una novela de misterio y relaciones personales, donde una mujer que vive sola comienza a sentir el acoso de otra persona que en un principio no recordaba su nombre. Por eso tengo en la pared de mi despacho, dos pizarras colgadas donde escribo y pego toda clase de post-it que me sirven de guía para ir montando los capítulos.
Muevo la cortina y, desde una esquina introduzco por el pequeño agujero mi ojo izquierdo, pero veo que mi observador o observadora no está al otro lado. Por un momento me tranquilizo, ¡Está todo arreglado!. No volverá a ocurrir. Voy a seguir escribiendo, un simple mirón o mirona… ¡Qué ganas tengo de comprar esa casita en la playa!.
Cuando estoy en el proceso de escribir no me gusta que interrumpan mi trabajo. Escribo y escribo durante horas pues creo que se me van a olvidar las ideas que tengo en la cabeza. Sin embargo, consultar los datos en una biblioteca o recorrer posibles zonas de inspiración motivan mi mente y la enriquecen. Pregunto al conserje del edificio si alguien salió del otro lado y vino al edificio preguntando por el cuarto piso, pero no tengo respuesta. Por un momento estoy tranquila, pero tanto silencio y tanta calma me dan angustia y no dejan concentrarme.
La noche se acerca y necesito ir a tomar algo o a dar una simple vuelta. Llevo todo el día en el estudio y me empiezo a quedar un poco bloqueada; el aire me sienta siempre bien a estas horas de la noche, ¡Soy un poco gata nocturna!
Al salir saludo a Martín, el conserje, que se marcha ya a su casa. Acaba de terminar su jornada de 10 horas y, aunque no coge ningún peso, le resulta pesado estar tanto tiempo pendiente de la puerta y sentado en su garita. Coincidimos en abandonar dentro de poco la ciudad e irnos a un pueblo tranquilo, él y un playita modesta, yo.
Cuando comienzo a caminar por la calle, el ruido de unos pasos interrumpe mis pensamientos; Sigo escribiendo mentalmente la novela, pero esa respiración un poco entrecortada y cansada hace que acelere mi paso en dirección al bar de Helena, que afortunadamente, queda muy cerca de allí. Al entrar, intento ver desde la puerta si la persona que me seguía tiene rostro pero no consigo mirar nada. La escasa luz de la calle no me ayuda mucho a descifrarlo.
Hablándolo con mi amiga Helena, descubro que en noches anteriores, varias personas denunciaron que alguien les seguía mientras se dirigían a sus casas. La persona asaltante se ocultaba en la oscuridad de la noche y se perdía en el 23 de la calle Rozalén, justo enfrente de mi edificio. Atónita esperé a que Helena cerrara el local. Por suerte hoy era un día con poco trabajo y se recogería pronto. Vivía en la misma calle que yo, así que nos acompañamos mutuamente.
Al día siguiente, la noticia salía en la portada de todos los periódicos: « Aparece sin vida la mujer desaparecida hace dos semanas en Pontevedra»: En la madrugada de ayer aparece muerta en plena calle S.J.F ,vecina de Moraña, que se encontraba desaparecida desde hace dos meses. Testigos aseguran que no vieron a nadie caminar por la calle, si alguien tiene más datos que se ponga en contacto con la policía.
¡Un asesinato, una mujer muerta y nadie vio nada! Había una persona que me seguía y se perdió en la noche. No pude verlo o verla. ¡Y si me estaba siguiendo para raptarme! Me puse en contacto con la policía y le conté lo que me pasaba: El vecino o vecina mirón, la persona oculta en la negrura ayer y todo lo que había visto en el bar Helena y que la noche de ayer me había contado.
Después de estos datos, no pude escribir demasiado. Hay situaciones personales que me influyen y me impiden trabajar, por eso decidí tomarme un descanso e irme unos días a la montaña; el spa y el senderismo abrirían mi apetito de escritora, ¡ Siempre sucedía!
Una semana después, en la calle había mas seguridad, pero no se resolviera nada todavía. Mi vecino observador desapareció, como desapareció mi perseguidor nocturno. Tal vez fue casual o no, tal vez fue un golpe de suerte, pero el caso es que la muerte de esa mujer puede ser otra historia que en un futuro deba o sea capaz de contar.