Hacía más de dos años que se había separado, pero no acababa de tomar las riendas de su vida. En cada hombre que conocía, creía reconocer algún odiado rasgo de su expareja. Las cicatrices del alma no dejaban de sangrar, pero ella se había propuesto pasar página y lo iba a lograr.
Sus amigas le habían abierto un perfil en una nueva página de contactos. La plataforma era todo un éxito y presumían de tener el mayor índice de parejas consolidadas. Proponían citas a ciegas, la novedad, es que no había ningún conocimiento visual del pretendiente hasta el momento de la cita. Mediante cierta información personal, gustos y aficiones, el sistema de datos cotejaba a todos los participantes y elegía a los más compatibles.
Esa noche tenía la cita a ciegas. Sus compatibilidades eran nivel alma gemela, la cita no podía salir mal. Pero estaba nerviosa.
Según entraba al restaurante hubo un apagón, a oscuras, la acompañaron a la mesa donde ya le esperaba su acompañante.
—Así se pueden ir conociendo con más intimidad mientras se resuelve el problema de la luz— dijo con tono despreocupado el camarero.
En cuanto él empezó a hablar, el corazón se le encogió y se hundió en la silla como si quisiera desaparecer. Era incapaz de articular palabra, gesto que él interpretó como timidez. El siguió hablando, seguro, arrollador, pagado de sí mismo, tal y como le recordaba.
Cuando la luz volvió, se lo encontraron inclinado sobre la mesa con el cuchillo de la carne clavado en el corazón. Ella había desaparecido al igual que su rastro en la página de contactos. Ahora lo tenía claro...la compatibilidad, no siempre da la felicidad.
Enhorabuena 🙂
Saludos Insurgentes
Me ha gustado.