Hoy están volando muy bajo. Demasiado. Y eso me pone nervioso, haciendo que regrese la misma sensación de esta mañana, cuando desperté como si hubiera recibido un chorro de agua helada sobre mí, sintiendo el escalofrío por dentro del cuerpo. Tuve un presentimiento, algo extraño y difícil de explicar, que podría casi calificar como premonitorio. Saludé a mi familia, piqué algo antes de salir, e inicié la rutina de cada día, pero con esa mezcla de pavor y frío recorriendo todo mi ser y cada pensamiento.
De pronto, apoyado en una ventana y sintiendo un violento y acalorado viento contra mi faz, observo demasiado cerca otro vuelo bajo, y a continuación una enorme bola de fuego y humo frente a mí, mientras todo tiembla como si la tierra fuera a ser engullida por un monstruo voraz que hubiera permanecido hasta ahora escondido bajo el suelo. Decido volar hacia el lado opuesto, a pesar de las agresivas vibraciones, y a través de un pequeño hueco logro bajar, lejos de donde estaba, para tener una perspectiva diferente de lo sucedido e intentar ponerme a salvo.
Tengo la impresión de que ese enorme pájaro ha perdido la orientación, colisionando contra el árbol frente al mío, pero debía ignorar que en ellos no es posible anidar, porque carecen de ramas y son demasiado duros y resbaladizos. Salgo por otra ventana, giro, y planeo alrededor del árbol ahora en llamas, viendo cómo gigantes plumas caen en picado ardiendo hacia el suelo, mientras lo que parecen mochuelos desesperados se lanzan al vacío. Pobrecitos míos, todavía no pudieron aprender a volar. Entonces, desciendo junto a uno de ellos, muevo mis alas exageradamente intentando que me imite, pero me sonríe, cierra los ojos, y siento una gran sombra sobre mí: otro vuelo bajo.

