«Yo era escritor»

Yo era escritor. Era uno de los pocos elegidos para traspasar la realidad y entrar en el mundo de la ficción, un mundo en el que cualquier cosa imaginable existía sin más interrogatorios que tu propia mente. Pero ¿qué hacíamos los escritores aquí? Hacíamos que las personas dispuestas a leer nuestros relatos llevasen sus mentes fuera de la oscura y tediosa realidad. Que por unos pocos instantes que parecían interminables se olvidaran de la realidad y toda su consciencia viajara a un mundo de ficción, creado por nosotros, para que rieran y lloraran, disfrutaran y entristecieran y sobre todo para desprenderse de todas las preocupaciones y problemas de su rutinaria vida. Los escritores no somos más que un puente entre estos dos mundos tan contrarios. Al contar con el privilegio de entrar en la ficción intentamos llevarla a todos aquellos que no disponen de este don. Pero ¿qué pasa si de tantos viajes entre ambos mundos, uno perdiese la percepción de en cual se encontraba? Qué pasaría si todas tus creaciones, creaciones hechas con tu máximo cariño y dedicación para el disfrute de las personas, empezaran a asolarte a ti, todos los días, a todas horas. Qué pasaría si pudieras ver los asesinos que creaste para tus novelas, acechándote y eligiéndote para ser su próxima víctima. Probar en tu carne la magia mortífera que creaste en tus novelas de fantasía. Y, lo más importante, ver la cara del resto de personas del mundo real, personas que un día te admiraban, personas que te paraban en la calle solo para poder mantener una pequeña conversación contigo, personas que ahora te toman por loco. Las mismas personas para las que habías creado los personajes que ahora hacen de tu vida un infierno. En estos pocos momentos de lucidez y cordura puedo recordar lo que un día fui, lo que soy y lo que seré, aunque tampoco sé si deseo esta tortura, la de perder todo lo que tuve, la de la deshorna por parte de a quienes intentabas apoyar.