«A Europa sin retorno»

A esta distancia de casa, la soledad es lo más difícil de gestionar. Son muchas semanas conmigo misma. Demasiadas. Y discutir con mi ego, te lo aseguro, es agotador. No me he preparado lo suficiente para esto.

Antes del viaje buscaba mi espacio personal de soledad, de intimidad, de cuidarme, pensarme y quererme. Como una loca, de verdad. Me sentía aprisionada por él, mi ex, por mis compañeros, por la comandante. Por mi reducido entorno social, por el vacío de las redes sociales, por la hostilidad política.

Me pregunto si embarcarme en la «Pardo Bazán» fue una escapada, una necesidad o una vocación. Un acto de cobardía, de egoísmo o de valentía. No creo que pueda responder a esto. Y puede que sea demasiado tarde para ello, en cualquier caso.

Hace solo 3 horas que la nave ha entrado en la órbita de Europa. Es confuso, porque un día en esta luna, una vuelta completa al planeta Júpiter, equivale a 3 días en la Tierra. Ya empiezo a sentir el vértigo, la desorientación. Abajo, la superficie es lisa, silícea, y me inspira una terrible melancolía. La gravedad es 9 veces menor a la de casa, ¿cómo me sentiré? ¿Cómo será un «amanecer» de Júpiter? ¿Y percibir el Sol aquí tan lejos? Tampoco importa.

Bajar es el único camino posible, pero desde la lluvia de meteoros que reventó el depósito de combustible, carezco de un medio de despegar de Europa una vez que cumpla la misión de exploración. Es un camino de ida que estoy dispuesta a recorrer, supongo. A Europa sin retorno.