«A fuego lento»

No entiendo nada. Hace unas horas, estaba feliz con mi familia y ahora, estoy encerrada en esta asquerosa celda oliendo a orín y excrementos. ¿Qué he hecho yo para merecer esta humillación? El suelo está frío y siento su humedad entre mis ropajes. Estoy sola y aburrida con mis pensamientos asimilando lo que va a sucederme cuando los miembros del consejo tengan decidido el veredicto. Aunque tampoco hay que ser muy lumbreras. Me van a quemar en la hoguera, en mitad de la plaza, como hacen con todas las brujas que ha habido en el pueblo durante este tiempo. Tengo un mal presentimiento, y no es por mí. Quizás sea por el shock que tengo o quizás no. Oigo pasos al otro lado y ruido de llaves en la cerradura. La puerta se abre y me llevan con la cara tapada a la plaza, para después atarme a un pilar de madera rodeado por trozos más pequeños de madera apilados. El pueblo ha hablado, ¡soy culpable! En ese preciso instante me viene a la mente mi hermana, ¿dónde estará?. He de decir que es fácil que me confundan con ella, pues prácticamente somos idénticas. Lo que nos diferencia es una pequeña mancha en forma de flor en la parte derecha del hombro. Vuelvo de golpe a la cruda realidad cuando encienden la hoguera. El humo sube poco a poco y voy notando como el calor del fuego asciende hasta alcanzarme. Recuerdo que la última vez que vi a mi hermana me dijo que si no nos volvíamos a ver que la perdonara. ¿Perdonar el que? Ahora lo entiendo, ¡Maldita zorra!. La bruja es ella.