«¿A qué precio?»

Barrio 'Los Pajaritos', Sevilla: 

—¿Qué tienes de nuevo para mí? Y no intentes chulearme. Sabes lo que les pasa a los payasos... 
—Mire, García, si me ofrecí a ser su confite es porque usted protegería a Carina. Ella está limpia y no tiene nada que ver con el narcotráfico. Ya se lo he repetido una y mil veces, pero... 
—Mira, Ricky. ¿Ves esto de aquí? A la autoridad se la respeta, así que no intentes pasarte de listo porque con tu historial delictivo tengo para empapelar mi piso. El trato era que tú me chivabas lo que se cuece por aquí a las horas indecentes y yo hago la vista gorda de tus mierdas. ¿O prefieres que tu Carina sufra  un desafortunado accidente? 
—Usted podrá ser todo lo policía o como carajo sea, pero lo que no pienso permitir son sus abusos de poder. 
—¡Ay, Ricky, Ricky! Desde luego que no sabes con quién te estás gastando los cuartos... 
—¿Es una amenaza? 
—Esa palabra y yo no jugamos en la misma liga... 
—Y me vendrá ahora con que solo es una advertencia, ¿no? 
—¡Déjate de chorradas de pelis baratas y dame lo que te pido! ¡¿Cuándo y dónde hará 'El Ranas' su próxima entrega del cargamento de hachís?! 
—¿Y es usted quien saca tajada de esa misma venta? Porque le vi por la calle Dos Galaxias. Aquel chaval le pasó un sobre que le faltó tiempo para meterse en el bolsillo interior de su americana, como quien no quiere la cosa. ¿O va a tener los huevos de negarlo? 



Rotativo de una patrulla. 
Luego, el eco de unas esposas en torno a ciertas muñecas... 

—¡Maldito seas, Ricky! ¡Tú y vuestras putas escuchas me habéis vendido! 
—Leele sus derechos a esta piltrafa, Domínguez.


«No, García, lo único vendido aquí es el Cuerpo de Policía y tu inmerecida placa».

Había pasado inadvertido, él era 'El Ranas'.