Cada día duermo para ayudar a las palabras que oprimen mis sienes por las noches a liberarse de ser escritas
a la mañana siguiente.Escribo en mi silencio juntando ideas y palabras al son de una buena canción que baile
el humo de un cigarro recién encendido.Me siento debajo de la luz de una farola y todavía me persigue la oscuridad.
Un vacío anda por allí y por aquí e imperiosamente trata de ser llenado, atiborrado de flujos de letras, palabras,
imágenes, música, hastío y alguna cosa más.
Hoy son días de ansiedad clínica. Me diagnostiqué sin poseer los dotes mágicos de los oscurantistas y doctores, claro está, sólo porque noto que fumo mas de lo acostumbrado y sin que el humo baile canciones que no han sonado todavía, que solo mi mente imagina. Las canciones seguirán escribiéndose con lápiz y papel dentro de un siglo, cuando todo sean pantallas frías, drones y cámaras a las que dirigirse, quedará algo de humanidad en la música. Al menos hasta que una máquina componga música con la misma sensibilidad que los clásicos. Al menos hasta que los cantantes famosos de las radio-formulas dejen un espacio sin auto tune en sus canciones. Son días estupendos para ver las películas de Juanma Bajo Ulloa en bucle, si no fuera por este calor prematuro se diría que estamos en ese otoño mágico de las películas que no es si no el preámbulo a los meses de oscuridad y recogimiento que son el invierno. Pero no, hoy empieza el verano y se podría decir perfectamente que la mayoría de la gente piensa ya en refrescantes baños en playas y piscinas
o en rutas por la montaña, lejos del asfalto. En sus vacaciones. Mientras tanto, yo pienso en los meses fríos para sobrellevar este calor. Pienso en la poda en febrero con el lloro de la vid, pienso en las hojas cayendo en otoño llenando el suelo de un manto hermoso. Pienso en ese cierzo tan molesto que nos azota la cara y nos despeina en primavera. Pienso en que empieza el invierno en Valparaíso. Son días de anhelos, de dormir rápido la siesta para que pase pronto este verano y de repente despertarse en septiembre y llevar chaqueta por si refresca. Son tiempos de pausa, de standby, de prepararse para las revoluciones que llegan en otoños de países vecinos y los afortunados que van a ir a las tan ansiadas vacaciones. Odio estos días con todo lo que ello conlleva, quizá porque me gusta ir en contra del sentir de la mayoría por inercia aunque lo cierto es porque es época de cerezas...benditas heladas. Una vez mas me reconforto pensando en el frio y sus rigores. Pronto llegarán los tambores, el fuego y vino que emulaban algún rito pagano, al que yo no estaba preparado espiritualmente para participar. Quemar lo malo del año y abrazar lo bueno en la noche mas corta del año. Me pregunto por qué tiene que gustarme que la noche sea corta si es la noche en si misma la que me gusta.
Pienso que debería haber nacido en un país escandinavo, con sus noches que duran días, sus inviernos que duran años, sin veranos. Pienso que sería un buen amante del circulo polar ártico, como Otto el piloto, claro que sí. Lo único bueno que tiene el verano son los huertos y el milagro que obran sosegados agricultores. Siempre me decía a mi mismo que volver al interior me cambiaba. Como si fuese poseído por algún espectro barrial inamovible que solo aparecía cuando regresaba. Fantasma que dormía, atento, con un ojo abierto, nunca amaestrado y salía cuando volvía a casa. Porque pocos lugares puedo llamarlos casa. Pocos lugares hay, donde uno puede volver y mirarse desde otro lado.
Desde los otros que te han visto crecer, aquellos que juran conocerte de toda la vida.
Preciosa declaración de amor al calor del hastío, metáfora tras metáfora.
Preciosa historia Víctor!
Saludos Insurgentes
¡Cuántos amores de verano en pueblos pequeños se han esfumado!
Si la historia es real, llámala.
Saludos