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- ¡Cupido, por favor, no, no, lárgate de aquí! - le grito mientras doy palmadas animándole a irse por donde ha venido. Con sus rizos rubios y los mofletes sonrosados se dispone a disparar sus flechas de amor en dirección a Lola.
- Necesitas un empujoncito, majo. Es que con esta actitud tuya no hay manera. Te quedas ahí mirando como un tonto y no das el paso. Ahora observa mi puntería.
Cupido insiste, pero yo no tengo todas conmigo. ¿Cuántas parejas conozco que sigan juntas después de 10 años? Juntas puede que sí, pero no enamoradas. No quiero más desengaños amorosos.
- Si no me gusta tanto, en serio. Además, mira, está ocupada colocando la ropa en las baldas. No le distraigas que le pueden despedir - es lo primero que se me ocurre para persuadirle.
Cupido pone los ojos en blanco y resopla.
- Con tipos como tú, hace tiempo me hubiesen quitado el título de dios del amor y del deseo. ¡Mira que eres pesado! Paso de tus dudas. Yo la enamoro y luego tú verás lo que haces.
Guiña un ojo, tensa el arco y en el momento de lanzar la flecha salto sobre él y caemos los dos rodando por el césped.
Me levanto rápidamente para comprobar que Lola sigue en la tienda, yendo de aquí para allá con unas perchas en la mano. Nada ha cambiado.
-¿Estás loco? ¿Dónde está la flecha? ¿La ves? - gesticula nervioso. Tal vez sea su primer fracaso en el amor.
Un perro callejero se acerca y me lame los zapatos. Al agacharme veo que una gota de sangre baja por su lomo.
Cupido falló y le dio al can!
Desternillante diálogo, me ha encantado.
Saludos Insurgentes