«Ana María. La santera»

Ana María, la vieja Santera había tomado la decisión. Esa misma noche comenzaría el ascenso a la montaña, a su paso alcanzaría la cima en tres o cuatro días.
Ya no podía ayudar más a sus paisanos, necesitaba ayuda celestial, el precio por esa ayuda era cara, muy cara, su propia vida, pero no sé podía quejar, su tiempo en la tierra resultó largo y se marcharía con la satisfacción de saber que ayudó a muchas personas. 
A la vez que subía en su mente se formaban imágenes de todas aquellas gentes a las que ayudó, veía sus caras, ahora podía verlas.
Cuando llegó a la cima, exhausta, buscó un lugar donde descansar, se durmió.
No sabía cuánto tiempo había pasado, pero al abrir los ojos, los Dioses ya estaban allí.
- que necesitas Ana María?
-ayuda para mí pueblo
-te la daremos, conoces el precio...
-si, no me importa, estoy feliz de dar mi vida por ello.
Rosalía despertó al escuchar su nombre en la habitación. 
Hacia días que la vieja Santera desapareció, y ahora ella ocuparía su lugar.
Junto con Ana María cómo por arte de magia los forasteros se habían marchado, de repente, casi corriendo, sin dar explicaciones se subieron a sus embarcaciones y se marcharon.
Rosalía había culminado la montaña, los dioses la esperaban.
A cambio de sus poderes, los Dioses se quedarían con la luz de sus ojos, solo se la devolvería cuando terminara su cometido en la tierra.