Nos mecemos al compás de la música del pueblo. Abrazados, muy unidos. Te siento y me abandono, acomodado en tu pecho. Terso, firme, tan bien puesto. Inhalo cada momento y tu fragancia me envuelve y acompaña en el roce del meneo. Lento y suave. Fuerte e intenso. Vas cambiando los ritmos y yo solo me dejo.
De repente, tú me aprietas y me estrujas contra tu cuerpo. Tus manos curiosas buscan lento mi pecho y con tus uñas arañas cada rincón que vas descubriendo. Las cosquillas me estremecen y, sin control, me revuelvo. No sé si hacer lo mismo y fisgonear por tus senos.
Levanto tu camisa esperando tu asentimiento. Llega con tu mirada de fuego. Ardo en deseos de besarte de nuevo, muero por momentos en cada toqueteo y con el sudor de mis manos mancho tu espalda, humedezco tus pechos.
La música suena lejos. Y ahora solo escucho tus suspiros, tus jadeos. Se acabaron los miramientos. Ha llegado el momento.
De la mano escapamos a un lugar más tranquilo, asegurando que estamos tan solos como queremos. Ahora soy yo quien toma las riendas del momento. Correteamos risueños y en un atisbo veo un desvío tan perfecto que nos lleva al riachuelo.
Es allí donde me siento y te invito con un guiño, tu aceptas mi atrevimiento. Muy cerca nos tumbamos y nos quitamos la vergüenza, mutuamente, mientras las manos buscan otras partes, otros senderos. Yo te levanto la falda, tu jugueteas con mi fajín. Y es entonces cuando sabemos lo lejos que llegaremos.
He pensado que todo esto era un sueño, pero cuando te sentí tan cerca y tan adentro, supe que la realidad sobrepasaba mis anhelos.
Saludos Insurgentes
Enhorabuena.