Roma, la capital de aquel gran Imperio Romano que deslumbró a la humanidad durante siglos, ahora ha quedado sepultada bajo el mar.
Hace tiempo que se viene avisando de las devastadoras consecuencias que podía acarrear el cambio climático, pero nadie escuchó y al final, la ciudad eterna quedará eternamente sumergida bajo las aguas del mar Tirreno.
El grandioso y famoso coliseo de Roma, ahora está completamente destruido y derruido por las olas del mar. En la antigüedad, los romanos ya inundaron sus arenas, pero esta vez es definitivo, y lo que antes era un lugar de reunión y diversión donde se han visto grandes proezas realizadas por los gladiadores, ahora se ha convertido en espacio de juego para los pocos peces que aún habitan las saladas aguas.
Junto al coliseo, otros grandes monumentos históricos como el arco de Tito, el foro romano, la Fontana di Trevi, entre otros, han sucumbido, deteriorándose hasta tal punto que ya son irreconocibles.
La mayor parte del arte que albergaba el museo del Vaticano ha sido destruida, incluida los famosos frescos como “La escuela de Atenas”, pintada por Rafael, y por supuesto, las pinturas de la Capilla Sixtina.
Todo ello tardó siglos en ser levantados y en apenas unos años, la crecida del nivel del mar ha acabado con ellos. Formaban parte de la historia universal, eran fundamentales para la cultura Europea, y sin embargo ya no existen.
Europa se ha quedado huérfana de su cultura, de su identidad, por no reaccionar a tiempo o por hacer caso omiso a los avisos. ¿Qué es ahora Europa sin la ciudad eterna?
Ahora es Roma, la primera en caer, ¿pero quién nos asegura que mañana no sea Atenas, Londres o Ámsterdam? El tiempo y el cambio climático lo harán.