«Bere Nice. Adaptación del relato «Berenice»»

Me llamo Bere Nice y siempre quise ser modelo. Nací en Pasadena y al cumplir los dieciséis me presenté a todo casting posible en Los Ángeles.
Yo caminaba por Beverly Hills, consciente de las miradas a mi paso. Con mi metro ochenta, curvas perfectas, pelo dorado por la cintura y piel bronceada, miraba a todos con mis ojos verdes de gata.
Llamé al telefonillo, nerviosa por encontrarme con el gran Samuel Legend. La puerta se abrió y subí al primer piso. Él estaba en plena acción fotografiando a una tímida adolescente y la madre no perdía detalle desde una esquina. Cerré la puerta y saludé a la señora en voz baja. Ella me miró de arriba abajo, celosa al ver que su niña nunca poseería una belleza como la mía. Me devolvió el saludo pero yo sabía que en su interior me deseaba el mal.
Al fin terminó la sesión de Layla, que así se llamaba. Tendría su book de manos de Legend gracias a unos amigos de sus padres.
Madre e hija se marcharon y Legend y yo nos quedamos solos. Me sonrió. Sus dientes perfectos eran cono perlas. Ni su metro noventa y dos, su mirada azule, o sus rebeldes mechones negros escapándose de su coleta, podían distraerme de aquellos dientes que todo iluminaban.
La sesión empezó y yo saqué mi arsenal de poses y posturas que me habían dado la fama.
Estaba segura de mí misma, con mi seña de identidad, mi gesto serio. El maquillaje de mis ojos que recordaba al plumaje de un pavo real, y unos sensuales labios rojos me hacían lucir espectacular.
Pero tras diez minutos, Legend me pedía que sonriera porque quería verme disfrutar para fotografiar a una Bere irradiando felicidad.
Empecé a encontrarme mal y le pedí parar. Tenía la garganta seca por la ansiedad. Legend solícito, trajo agua y dos vasos. Nos sentamos en el sofá blanco de polipiel y me miró preocupado. Yo sabía que tenía buenas intenciones. Me dijo que sabía de toda mi trayectoria profesional. Que a mis veinte años era la mejor modelo, que todas las marcass me querían, y eclipsaba a cualquiera en los photocalls. Sus dientes brillaban cada vez más. Yo no le escuchaba. Solo veía su boca moverse y yo quería unos dientes como aquellos, sin la ortodoncia por mi bruxismo. Por eso nunca sonreía.
Legend se puso realmente molesto instigándome a continuar. Los mejores trabajando juntos. Él cogía mis manos y yo sudaba. El calor nublaba mi mente y solo veía sus dientes.
Lo siguiente que recuerdo fue a la policía entrar y encontrarse con la supermodelo Bere Nice ensangrentada, al lado del fotógrafo de las estrellas, Samuel Legend, muerto.
Las evidencias y el diagnóstico del forense, dicen que le golpeé en la cabeza con un martillo que había en un rincón del loft, en reformas, y que saqué todos sus dientes perlados con unos alicates. 
Yo estoy tranquila, aunque triste porque los doctores no dejaron que me quedara con sus dientes.