No veía a penas a mis padre y esta era una buena oportunidad para recuperar el tiempo perdido, según él. Para el mundo era un hombre importante, pero yo, apenas le conocía. Consiguió que estuviese un rato en la reunión para decidir los siguientes pasos para luchar contra el calentamiento global. Hice todo lo posible para absorber el máximo de temas y todo aquello que era de especial relevancia, pero no manejaba tan bien los temas como lo hacía mi padre ni como el resto, pero a la vez, sentí que ese era el verdadero problema: Que muchos controlaban mucho y muchos controlaban poco. Ellos conocían los grandes detalles y yo al estar en el proceso de ser una persona madura y quizás reemplazar a alguno de ellos en el futuro, quisieron mi opinión. Mi opinión, cómo no, era diferente a la de ellos.
-¿Creéis que los jóvenes estáis preparados para afrontar los nuevos retos? -dijo el dirigente de la reunión.
-Señor, creo que debéis de ser vosotros.
Mi padre se levantó de la silla y me sacó de la reunión. Todo lo que no me había dicho durante tantos años, me lo dijo en ese momento. Quería que reformulase ante todos mi respuesta, pero me negué. Si algo aprendí en su ausencia, es que, si no hacía escuchar mi propia voz, nadie lo haría en mi lugar.