«Choflaster Blasfemaster y El Mundo de C. Castro»

Choflaster, albañil y pianista, estuvo 32 minutos de reloj maldiciendo, sin parar para sorber agua, sin pasar por la casilla de salida ni cobrar los 400 euros. Cuando terminó con su blasfemia más inclusiva:"¡Me cago en el Big-Bang que nos parió!", la luz se fue de manera repentina, para volver de manera progresiva.

Creía que eran sus cojos ojos, ¡pero no! Todo parecía una película antigua.

...

Tres meses después:

Choflaster-Blasfemaster (título que ganó por méritos propios y cuyo diploma le llegó a casa firmado por el altísimo, con retintín) se dio cuenta hasta que punto la ausencia de colores hacía el mundo aburrido. Todos los deportivos parecía utilitarios, las capas de los toreros no funcionaban y los aviones no sabían diferenciar una pista de aterrizaje de una autopista en hora punta...

Choflaster, agobiadete, esa tarde noche bochornosa pronunció su contra-juramento amparado en unas palabras aleatorias que había seleccionado de diversos versículos de la Biblia revisada por Chiquito de la Calzada: "Soy un fistro pecador, me voy a cagar en mis propias muelas. Jarl, por el amor de dios: ¡No puedo...NO PUEDO!"

Y tras decir esto el señor, en su infinita misericordia, devolvió uno de los tres colores. Choflaster volvió a observar el azul del cielo y del mar, y esa paz que le transmitió le hizo dormir muy Agustín. Pensó: "Podría haber devuelto los tres, pero oye, sólo con el azul puedo elegir cual de los dos equipos es el Real Zaragoza.

"Pantalón azul, camiseta blanca...¡Aupa Zaragoza!"

Y así, Choflaster Blasfemaster pasó a conformarse con una escala cromática en azules en lugar de en grises. Porque azul es el color del amor, y es azul como el lucero de nuestra pasión... Azul.