Tus ojos, tímidos,
me dicen en un instante
todo lo que no nos
atrevemos con palabras.
Nos miramos como
no lo harían dos desconocidos,
buscando en los ojos
de la otra persona
la complicidad que
solo nosotros entendemos.
Tu sonrisa, cada día menos oculta,
al vernos me alimenta el alma.
Y me hechiza alumbrando todos
y cada uno de mis lugares más ocultos.
Como quien enciende una vela
en mitad de la noche más oscura.
Tus gestos, siempre al compás
de mis sentimientos, hacen que,
aunque no conozca mucho sobre ti,
sí pueda ver el corazón que
se abrió ante mí sin que te importara
que viera tus sueños, tus sentimientos
y el alma tan peculiar
que te hace tan especial.
Tus ganas de crecer, imparables,
me han ayudado a coger ese impulso
e intentar volar a tu lado
para jugar juntos
el mejor partido de mi vida.
¡Qué bonito, Iván!
Precioso, crack!
¡Que el partido sea eterno!