Por un momento los relámpagos dejaron de sonar. Calculábamos el tiempo que había entre cada trueno y si era poco, significaba que la tormenta se acercaba; entonces mi madre se dirigía al cuadro de mandos y cortaba la luz; decía que así el rayo no nos alcanzaría. En la oscuridad, recitaba la canción de “Santa Bárbara”; yo en cambio, buscaba la seguridad de su cuerpo y sus caricias.
Todavía recuerdo esos días con nostalgia, sobre todo hoy; donde la tormenta de proyectiles se aproxima a mi refugio, en Ucrania; lugar al que llegué hace cinco años para trabajar como enfermera en un hospital de la capital.
El miedo sigue siendo el mismo que en mi niñez, aunque mi vida si cabe, ahora si corre peligro; aun así, debo protegerles. Han venido al hospital porque necesitaban medicinas o ayuda con las heridas físicas. Durante el toque de queda ha sido posible su traslado, pero mientras les estoy curando, un misil estalla a pocos metros del edificio.
―Habéis dicho que no bombardearíais hospitales ni haríais daño a la población -pienso con rabia y frustación - ¡Farsante! ¡Asesino! -repito-.
Busco tu consuelo en mi memoria, pero ahora soy yo la que debe pensar en otros y ayudarles. Por un corredor, -todavía me cuesta creerlo-, he conseguido mandar a España a Miljenko. Está tratándose en una clínica navarra contra el cáncer. Sus piernas necesitan rehabilitación y en el búnker donde vive ahora, es imposible.
¡No sé cuánto va a durar esto mamá!, cuando era pequeña me quedaba dormida en tus brazos y al despertarme, todo había pasado.
Una bomba ha derribado un ala del edificio, ¡Nos están atacando! ¡Al refugio, rápido! ¡Coged a los bebés y a sus madres y llevadlos al sótano! ¡Diooooossssss!
-Miro hacia el cielo y...¡mama, ayúdame, por favor!-
Asco de guerras !
Saludos Insurgentes
Con esta guerra maldita todos lo pagaremos muy caro por culpa de un solo loco....
Saludos,
Carol.