«Sonrisa eterna, abrazo infinito»

Tan ella...
Su sonrisa eterna y su abrazo infinito. Allí,  al fondo del pasillo, en su silla de ruedas esperando a que cruce esos metros que nos separan para poder abrazarme y besarme como solo ella sabe hacerlo.

Tan ella, tan nosotras...
Cuando aparezco por sorpresa y ella ilumina la estancia con su explosión de felicidad provocada por la alegría más inmensa e inesperada, cuando aparca sus tareas para recibirme con los brazos abiertos y hace de la nada un todo.

Y de repente...
La crueldad de la vida aparece en escena en forma de bomba que paraliza su corazón y deja a ambas partes si opción de despedida.

Y ella...
Ella se marcha llevándose consigo la mejor de las sonrisas que jamás has vuelto a ver, el mejor de los abrazos que nunca volverás a sentir, la mirada de amor infinito que solo ella podía dedicarte, el beso más puro y sincero que tu mejilla no volverá a recibir.
Y con todo ello mete en su maleta un cachito de mi corazón porque sabe que, allá donde vaya, yo siempre la acompañaré.

Y yo...
Yo me quedo desolada cual tierra que acaba de ser devorada por un tsunami que no avisó de su llegada, cual volcán que no mostró señal alguna de su inminente erupción.
Sin la opción de sentirla una última vez, sin la opción de escuchar su risa una vez más como la mejor de las melodías, sin la opción de despedirme agarrada a su mano y susurrando a su oído el "Te quiero" más sincero jamás pronunciado.

Por un momento...
Un alma libre emprende un viaje con billete solo de ida.
Un corazón recibe una llamada que cambiará su vida para siempre.
Si la vida me regalase otro de sus abrazos solo por un momento.