«Página en blanco»

El cursor titila en la pantalla: tic, tic, tic. Me invento un sonido seco, uniforme, incansable, ajeno. ¿Acaso se aceleró después del punto? No, sigue el mismo ritmo de siempre, tic, tic, tic. El zumbido en mi cabeza desaparece cuando tipeo, enterrado por el sonido del teclado que se queja como un áspero clavicordio desafinado. Las palabras se atropellan unas a otras, ¿que estaba diciendo? Silencio. El suspiro interno porque deja de llorar el clavicordio infame, y luego, el zumbido de nuevo. Es ahí, tictictic, es ahí cuando se acelera el cursor titilante en la pantalla. Espera ansioso, desafiante, y cuando lo miro, se calma, y otra vez el tic tic tic uniforme y desinteresado. Otra vez el zumbido ambiente dentro de mi cabeza y la saliva amarga asomando bajo la lengua. Otra palabra, vamos, una más, una cualquiera que espante los fantasmas, como el manotazo inconsciente que aleja el humo de otro cigarro, del cigarro de otro. “Humo” o “cigarro” servirán, igual siempre son de otro, como las palabras. Que se atropellen las palabras cualesquiera, no me dejen sola con el cursor, tic tic tic. Titilante y silencioso, cursor daga, que hiere pero no arranca. Palabras, ¿qué más sería, sino palabras? Las que me entierran y las que me salvan.