«De nuevo el cuervo»
Encontró consuelo en unos poemas de Poe que describían la tristeza, el abandono, la desesperación.
Con el libro en la mano salió a pasear, sin destino, sin remedio, con la mirada perdida en sus ojos marchitos.
Sus pasos la dirigieron a una verja, no sabía donde estaba, tampoco le importaba. Cuando la vida pierde sentido, que más da la ubicación, o el tiempo o el olvido.
Cruzó la verja y una nebulosa de hojas secas se levantó a su alrededor, sintió como la niebla la envolvía, arrastrándola hacia el interior. Se encontró delante de una tumba, encima de la cual una cara esculpida en un monolito la miraba. Se fijó en las letras en blanco en la parte inferior grabadas con el nombre del difunto: EDGAR ALLAN POE.
Elisa sabía que estaba soñando, ella no podía estar allí, se sentó en una esquina del monolito y entonces oyó su graznido, dirigió su mirada hacia arriba y se encontró con un inmenso cuervo, que la miraba fijamente a los ojos. Era un animal imponente, que la dejó paralizada, sintió un escalofrío en la espalda y una nube siniestra que le penetraba el alma. Se volvió hacia el animal y le dijo: "Se que estoy soñando, esto no es real. ¿Verdad que pronto estaré en mi casa?" A lo que el cuervo con un graznido gutural convertido en voz le contestó: "Nunca mas".
Un sonido metálico la hizo volver la cabeza, a su espalda en el suelo había caído un afilado cuchillo. "Me lo ha traído el cuervo" pensó Elisa, en su ensoñación todo era posible. Se decidió a cogerlo, aquel objeto brillaba, tenía un cegador brillo en su atrayente filo, lo agarró fuerte y se lo enseñó al fabuloso animal. "¿Me lo has dejado tu? ¿Acaso piensas que lo utilizaría? ¿No crees que saldré corriendo de aquí?. A lo que el oscuro animal clavando sus torvos ojos en ella respondió: "Nunca mas".
Elisa sintió la inevitabilidad de su destino, todo cobraba sentido, era su sitio, desde la tumba sentía la llamada, se reuniría con su alma gemela, con la única persona que podía entender su penoso existir, su angustia, su desidia y tranquilamente deslizó la afilada hoja por sus muñecas.
Cayó al poco desvanecida, postrada en la losa regando con su sangre el pedestal, como si una inmensa flor se abriese en aquel siniestro lugar, esparciéndose generosamente dejando todo teñido de un hermoso color granate. El cuervo una vez cumplida su misión alzó el vuelo, repitiendo con su sempiterno graznido. "Nunca más Elisa. Nunca mas".
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Magnífica narración!
Saludos Insurgentes
Saludos