«De otro mundo»

Decidí bautizarlo como Green, al principio pensé en ponerle Verde o Moco... pero el primero me resultaba demasiado simple y el segundo un poco ridículo. Green no hablaba ni nada y dudo que me entendiera, pero yo estaba tan emocionado que no podía parar de hablarle, contándole cosas de mí y sobre este mundo podrido. Hasta que mi padre irrumpió.

—Qué cojones... atrás Oliver, ¡cuidado! — gritó mientras agarraba el escobón.

—¡Papá, no! ¡No le hagas daño, es inofensivo! —le grité, pero no me escuchó, hizo caso omiso.

Y se enredó a golpes con el pobre Green hasta sacarlo fuera. Luego cuando Green estaba tirado en el suelo indefenso siguió golpeándolo con una pala acabando con su vida, Green acabó reducido a una plasta parecida al Blandi Blub, al parecer su sangre era verde y espesa. Yo intenté evitarlo, intenté retener a mi padre, mientras no paraba de gritar y de llorar. Y él no paraba de repetirme que me alejara que ese bicho podría ser peligroso.
Cuando todo terminó mi padre llamó a la policía. La policía vino y trajo consigo a los periodistas y los científicos. Los científicos examinaron los restos de Green y certificaron que su organismo y sus células no coincidían con las de los humanos, tampoco con la de ningún a animal, ni con la de ningún vegetal. Pobre Green porque tuvo que venir a este asqueroso planeta... Desde entonces me obsesioné con todo lo relacionado con extraterrestres. Continuamente miraba al cielo con la esperanza de que viniera una nave o algo parecido. No paraba de fantasear con la idea, si me encontrara con ellos les convencería de que en esta mierda de mundo no hay nada que hacer y me iría con ellos.