¿Abrazos furtivos? A cascoporro. No reparábamos en gastos. El simple movimiento de unir dos cuerpos era gratis, pero tu bonobús y el mío nos suponían un gasto semanal desorbitado. Pero en aquella época nos compensaba todo. Nos daba igual que hablaran de cupidos y días 14. No nos importaba que dijeran que lo nuestro tenía una dimensión que acabaría cayéndose por su propio peso. Dibujamos lienzos de una estética horrorosa, pero ¿qué le iban a pedir a dos inconscientes que no podían separar sus manos? Era una época sin máscaras ni mascarillas. La única distancia de seguridad era la que nos garantizaba que estábamos a tiro de abrazo, a golpe de roce «mejillero», de manos cruzadas rodeando nuestras espaldas.
Hoy naufrago los días 14, de la misma manera que lo hago los 13 o los 15, me río mientras sufro, con las retinas ardiendo, queriendo escenificar momentos que murieron. Mi vida es una mierda absoluta. —Me tomo la licencia de ser soez, pero lo cierto es que quemé una etapa que jamás va a volver.
A veces recupero aquellos recuerdos a altas horas, cuando el mundo se para, la gente duerme y las farolas lucen sin que nadie las juzgue. Eso es lo que yo deseo, que nadie se aventure a juzgarme, ni a especular acerca de lo que un día bombeaba bajo mi pecho. El mundo duerme, mientras yo encuentro mi hueco para llenar un Word languideciente, con una rúbrica triste. Puñetera nostalgia.
La nostalgia de lo que fue un gran amor.
Muy bueno compañero.
Saludos Insurgentes
Siempre he pensado que en el silencio de la noche es cuando salen las verdaderas palabras.
Muy bonito.