Esa llamada podría costármelo todo, me podría costar mi vida entera. Pero no hacerla, eso también tendría un precio. La cabina era fría, y apestaba a humedad y mugre, mis dedos recitaron de memoria el número. No dudaron en un solo dígito. Solté un suspiro cuando presioné marcar.
Contuve la respiración en el primer pitido, y sentí mi corazón acelerarse mientras pasaba uno tras otro. Miré mi reloj: dos minutos. Ni un segundo más, ni uno menos.
El teléfono se descolgó al cuarto pitido, y silencio se extendió en la línea.
- No deberías haber llamado. – dijo al final la voz al otro lado. Frío, insensible. Quizás sino la conociera tan bien podría no descubrir la farsa. Podría no percibir su miedo en cada palabra.
- Necesitaba escuchar tu voz una última vez.
- ¿Quieres que te diga que te amo? – preguntó con sorna y enfado. Incluso si le aterrorizaba la situación, perderme, la línea que había cruzado había estado demasiado lejos. Lo había jodido todo. Puede que ella estuviera actuando para la policía, pero había verdad en sus emociones.
- No hace falta, - respondí. – Sé que ahora mismo eres incapaz de decirlo. Pero necesitaba que supieras que yo…
Las palabras “te amo” se quedaron atascadas en mi garganta. Dos minutos y podría morir, ya fuera por la policía o por los que habían puesto precio a mi cabeza. Tarde o temprano, me iría, y aun así seguía sin ser capaz de decir eso.
- ¿Tú qué? – cuestionó la voz al otro lado, la necesidad se escondía detrás. ¿Cómo la policía no podía verlo? Ella estaba jugando con ellos como yo había hecho con ella.
Colgué. Dos minutos para morir, una llamada para reunir coraje, un te amo perdido… Al menos había escuchado su voz…
Me ha gustado, enhorabuena.
Saludos Insurgentes