Llevaba rato mirando la pared… o el vacío en frente de ella. El piso, el techo, las paredes, todo alrededor era de un blanco impoluto que causaba ansiedad. No había nada a su alrededor, sólo ella. Ni una ventana, ni una puerta. Sólo ella encerrada en ese espacio blanco. Una luz se colaba por algún lado y después de un rato de inspeccionarlo se rindió sin saber de dónde provenía la luz. No había focos ni agujeros ni una fuente de luz, pero la habitación estaba iluminada.
¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué había sucedido cuando ella se durmió? Intentó recordarlo, se durmió con la luna en la ventana y debería despertarse con los rayos del sol de la mañana, en cambio, ni siquiera estaba su cama debajo de ella cuando abrió los ojos. Más lo pensaba y peor se ponía ¿quién? ¿Alguien había entrado a su casa mientras dormía? ¿Cómo? Se frotó los ojos y se echó en el suelo, abrazando sus piernas y escondiendo su cabeza mientras se mecía.
Iba a estar bien, lo estaría. Encontraría la forma de salir. Despertaría de este mal sueño, saldría de este espacio blanco. Alzó la vista y miró alrededor y entonces, se puso de pie y comenzó a correr alrededor, pero el espacio era limitado y pronto, se cansó y se volvió a echar en el suelo.
Cansada, suspiró y cerró los ojos y al volver a abrirlos, la ventana con la luna estaba frente a ella. Su cuarto se fue dibujando con los rayos de luz que entraban por el exterior. Ella sonrió tranquila, todo había sido parte de una ilusión. Caminó hacia su cama, levantó la manta y se acostó en ella.
Desde la ventana, la veían desde el exterior, durmiendo en el suelo, en una blanca habitación.