Antes de que pudiera darme cuenta, estaba sentada en una mesa redonda: rodeada de hierbas y velas encendidas, patas de gallina, la foto de mi amado sobre hojas verdes, con un mechón de mi pelo y todo envuelto por un manojo de hilo rojo. Bebí la sangre que brotaba del cuello de una cabra, "un sacrificio" me dijo. Todo lo hacía por tener su amor.
Puse el dinero en la mesa, una negra humareda me mareó y recuerdo despertarme en mi cama.
Poco tardó la espera en que sus ojos se posaran en los míos. Él estaba sentado en la fuente de piedra, justo por donde yo pasaba todos los días antes de ir al campo.
Vivimos unos meses maravillosos, hasta que comencé a notar su obsesión por la que otros hombres ni siquiera podian mirarme; hombres que amanecían muertos a orillas de los caminos que llegaban hasta los maizales. Él era el culpable, yo lo sabía, pero no podía decir nada.
Fui a ver a Marie, desesperada por cortar el vínculo, con mi cuerpo coloreado de moretones dando evidencia al maltrato enfermermizo al que me sometía diariamente.
"Un amarre es para toda la vida, incluso en la muerte. Esto no se puede deshacer" me dijo. A la mañana siguiente, su paliza nocturna acabó con mi último aliento. Sus últimas palabras fueron: "si no eres mía no serás de nadie".
Ahora estoy aquí, esperando como cada noche a que se duerma placidamente, y hacer de sus sueños, horribles pesadillas. "Un amarre es para siempre" me dijeron, y lo cumplo a rajatabla.
Has jugado con los giros constantemente.
La protagonista muere, pero no su venganza!
Me ha encantado.
Saludos Insurgentes