Nunca pensé que el nacer mujer me traería tanto dolor psicológico. Ya no solo por el hecho de no poder caminar sola por la noche, y lo que no es tan noche, sino por no poder estudiar tranquilamente una rama que, hasta hace poco, era solo de hombres.
Des de pequeña me había fascinado la ciencia y, a pesar de tener una familia muy "tradicional" respecto a la posición de la mujer, yo me negaba a no poder descubrir más, a no poder aprender. Tuve que aguantar varios años los comentarios despectivos de mis tías, diciendo que una mujer debía estar en casa, preocupándose de encontrar un buen marido que le mantuviera y de tener hijos antes de los 30. Sin embargo, agradezco que mis padres no fueran así.
Llegar a la universidad no fue camino fácil. Recuerdo los nervios que pasé en las pruebas de acceso a la universidad, no por la dificultad en sí, sino porque me había estado preparando por tanto tiempo que me daba miedo fracasar y no convencer al mundo que en realidad sí se puede, porque ¿y si de verdad no era tan buena? La cosa no mejoró cuando entré al examen de Física. Aquello era una premonición de lo que me esperaba en la carrera.
Pasé los exámenes y entré en la carrera de Física. Mi primer día no fue el mejor del mundo. Mi facultad estaba junto a la de química, y recuerdo ver pasar a grupos de chicas hasta esa facultad mientras yo me quedaba sola, rodeada de chicos. En clase, hice amigos, pero cada día me pesaba más la discriminación de ciertos docentes.
Ahora, hace 5 años que me licencié y, tengo claro que a mi sobrina la iluminaré para que no reciba ese mundo hostil que recibí yo.
Enhorabuena.
Saludos Insurgentes