Un paso, y otro, y otro más. Siente el latido de la montaña bajo sus pies.
Otro paso, y otro. Sin cambiar el ritmo. Sin girar la vista hacia su aldea que aún duerme a lo lejos.
Un paso más. Sin mirar hacia la cima. Sobre un hombro, una vejiga con agua que cogió del arroyo; sobre el otro, su ofrenda para los dioses.
Paso a paso. Como ha sido siempre. Como cada una de las mañanas en las que se levantó alba, mientras los demás dormían, para preparar su cuerpo y su mente para este momento. Como cada una de las tardes en las que, mientras los otros niños jugaban, él afinaba su puntería lanzando el cuchillo contra el tronco del viejo arce. Paso a paso.
Hace kilómetros que la vegetación se extinguió dando lugar a un paisaje yermo de roca volcánica que lo invade todo y hace que los hombres caigan en la desesperación. Paso a paso, sin mirar alrededor, acompasando sus latidos con los de la montaña. Avanzando sin dudar.
Esta mañana, al despertar de madrugada, sintió un escalofrío, un mensaje de los dioses, era el día. Pintó su rostro con trazos de arcilla y ceniza y se apostó bajo el viejo árbol alrededor del que el ganado descansa. Aunque no escuchó sus silenciosas pisadas, sus ojos acostumbrados a la oscuridad lo divisaron en la penumbra. Esperó el tiempo exacto. Justo antes de que las reses sintiesen el pánico. Y no falló. El cuchillo atravesó el pecho del puma que cayó muerto. La fiera que dos años antes había sesgado la vida de su padre.
Y ahora, sobre la cresta del volcán, lanza a la lava el corazón de la bestia ofreciéndolo a los dioses. Mientras tanto, la montaña late al compás del corazón del guerrero.
Una historia de venganza que vio su momento de cobrarse dos años más tarde (la preparación del guerrero y su camino).
Mis felicitaciones por el relato.
Saludos Insurgentes.