Bea se tendió junto a Mohamed sobre las tímidas hierbas que comenzaban a verdear debajo de los sauces y los álamos. Los dos contemplaban el balanceo de las ramas de los árboles dejando entrever los rayos del sol mientras el canto de los gorriones y las golondrinas a coro formaba parte de la banda sonora de la película que estaban a punto de protagonizar. A lo lejos, unas cabras bajaban por las empinadas piedras sabedoras que las vigilaban. Un águila volaba en círculos llevada por el viento controlando el sutil movimiento de los rumiantes. El sonido del agua deslizándose entre las piedras producía un efecto relajante que los transportaba a otra época, a otro lugar… Mariposas revoloteaban entre las pequeñas flores que abrían sus pétalos a la primavera que acababa de estallar.
Mohamed le preguntó a Bea si había vuelto a ver a Miguel después de su ruptura.
—No, no lo he visto. He pensado mucho y he decidido dejar el oscuro y el frío invierno atrás. Comenzaré de nuevo, quiero volver a sentir el calor en mi corazón.
—Mira, dos lagartijas— le interrumpió él
Las lagartijas se deslizaban entre las piedras refugiándose bajo unas coloridas flores como si estuvieran jugando al escondite. La hembra iba delante y el macho detrás intentando tocar su cola con la cabeza. Era una escena divertida.
—La hembra se exhibe mientras el macho la sigue atrapado por sus feromonas. En el juego del deseo siempre hay uno que se pavonea y otro que cae rendido a sus pies. Ahí comienza el cortejo—comentaba Mohamed—. En los animales parece algo simple pero en los hombres todo se complica. Hay hombres que llevan media vida cortejando a la misma mujer y ella nunca se da cuenta.
“!Qué complicado es el amor!”- pensó Bea
Preciosa historia 👏🏻👏🏻👏🏻
Qué buena historia, Pepi.
Buena narración y descripción.
Saludos Insurgentes