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Juaninandujar

«EL ENTIERRO DE SANTIAGO ANTÚNEZ»

1000 palabras
8 minutos
82 lecturas
Reto creativo «Escribir es invitar»
💔 Ponte en la piel de un escritor o escritora que tiene un bloqueo debido a un desengaño amoroso.

Hay gente que considera que el suicidio es un acto de valentía. El mío fue un acto de mera curiosidad, no por saber que hay después de la muerte, si no más bien por conocer in situ como habrían de reaccionar ante mi fallecimiento las personas que pueblan mi entorno.

Para los morbosos diré que no fui original, me limité a ingerir una fuerte dosis de barbitúricos regados con un excelente Chivas.

El día de mi entierro amaneció nublado, obviaré todo el proceso de vela y traslado hasta la iglesia porque no aportó nada al “experimento” y no comentaré la autopsia que me pareció de lo más desagradable.

Me hubiese gustado elegir cura, pero al parecer eso va por turno y a mí me tocó D. Francisco, uno corriente y del montón.

Lo realmente importante era y es conocer la expresión y los gestos de los asistentes, a este acto religioso que debía acabar con mis restos en el cementerio.

En primera fila, como es costumbre, los más cercanos, mi madre, pobrecilla, desconsolada, del brazo de mi hermana mayor. Mariló, digna, con su acrisolada falsedad y su abrigo de visón, llora tan bien, que llego a dudar si me quería de verdad. No me quiso tanto, la muy zorra, cuando se empeñó en incapacitarme para repartirse con Manoli, la mediana, la herencia de mi padre. Detrás, el imbécil de Antonio, su marido, con sus profundos ojos de atún en celo.

Manoli es otra cosa, porque Manoli no es que no quiera a nadie, es que es tonta, la pobre, para mí, que no sabe ni llorar y dudo mucho que sepa querer, a la única que quiere es a Mariló y creo que es porque tiene todo lo que ella no puede tener.

Amparo, la pequeña, no puede ni ver a las otras dos. No esperaba que viniese a mi entierro, está muy guapa embarazada, hizo bien en desaparecer hace cinco años, sin más, se enamoró de un futbolista y decidió ser feliz. Ella no llora, pero sé que me tenía sincero afecto y siempre me animaba a seguir escribiendo.

 Mi hermano Ricardo es insulso, ni siente ni padece.

Lidia, mi novia, si derrama lágrimas sinceras, no teníamos un amor profundo, pero nos divertíamos y nos soportábamos, ni ella me quería, ni yo sentía por ella más que cierto compañerismo, admiraba mi obra, aunque dudo que la entendiera, le gusta vivir, eso sí y conmigo se vive, o ¿debo decir se vivía?

 Poco más atrás, mi exmujer, sabía que vendría, que guapa está, no parece que tenga la edad que tiene, le sienta bien el negro, todo le sienta bien a Irene, ella sí me quiso, yo también la quería y en noches como esta la tuve entre mis brazos, ¡coño, estoy plagiando a Neruda!. Me gustaría gritarle que hubiésemos sido felices si nos hubiésemos conformado el uno con el otro, sin mas necesidad que la de nosotros mismos, pero ella quería cosas que yo no podía darle, quería fidelidad, seguridad, hijos, y yo soy, quiero decir era, aún no soy consciente de mi propia muerte, un escritor alcohólico, insoportable, maniático, despilfarrador y otros adjetivos odiosos que me dejo por no cerrarme más las puertas de ese cielo que no existe, pero al que aspiro.

-Has traído a las niñas, que mayores están.

He sido un padre horrible, lo sé, pero nunca soporté dejar de verlas cada día y decidí, en mala hora, no verlas nunca o tal vez que ellas no me viesen, por si, vana ilusión, podían recordar los años, tal vez solo fueron unos días, que fuimos felices.

Marta y Julia, no lloran, pero agarran las manos de su madre cuando ven que se le escapa alguna lágrima.

-Te quiero Irene y ahora que estoy muerto, déjame soñar con que aún me quieres. Desde que me fui de casa todo lo que he escrito no ha pasado de la absurda mediocridad. A veces pienso que, si las musas existen, yo solo alcancé a acariciar a una.

 Allí también a los pocos amigos que me quedan y a algunos de mis enemigos, el primo Pedro compungido, es lógico, ha perdido al compañero de botella. Ernesto, menudo “jilipollas”, dejó de hablarme por una discusión política y ahí lo tienes abrazado a Luis, aunque no lo soporte.

Luis está ausente, sé que pierde un “hermano”, pero -Tranquilo Luisito, que con la tos que tienes, si hay otra vida nos veremos pronto-, como le gustan estas bromas a Luisaco.

También ha venido gente de Madrid, el “hijo de puta” de mi editor. -Te vas a quedar sin novela, Fernandito, lo poco que llevaba escrito no vale ni para papel del culo, aunque seguro que sacas partido de esto, editando mis obras completas, dirás que era un maldito, y yo lo que soy, otra vez, lo que era… es un borracho y un cabrón.

 Hombre si está también Rafael Castro, alias “La Rafaela”, lo bueno de estar muerto es que no tengo que ser políticamente correcto, que porte, que prestancia, parece “la Magdalena”, con esas lágrimas tan “sentidas”. Rafael Castro, pésimo crítico literario y peor persona, es capaz de pensar que mi suicidio es por lo que publicó de mis últimos versos.

La cara de Carlos, su pareja y mi “compadre” literario, es un poema en sí misma, con él si me unía, o me une, (vaya lío esto de estar muerto para el verbo) algo, a pesar de la distancia actual, las letras. No llegamos, ¡pobres diablos! a corriente literaria ni mucho menos a generación… pero echo de menos cuando los tres jugábamos a hacer versos como si nos creyésemos Gil de Biedma, Costafreda y Goytisolo. Rafael entonces no era tan malo, eran malos sus poemas.

Están también las fuerzas vivas, el alcalde, el cabo, y otros desconocidos.

Me llevan al cementerio, estoy definitivamente muerto y esta noche reposaré en un nicho oscuro, siento cierta paz. Me muero por un whiski, si existiese esa otra vida, me gustaría que tuviera bar.

Ju
Juaninandujar
Miembro desde hace 2 años.

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Sa
Sabinacb
06 sept, 11:48 h
Me encanta!!!!!!!
Valderozas
07 sept, 10:58 h
Me ha gustado.
Judith Vidal Bernabé
08 sept, 11:37 h
Buenísimo. Enhorabuena! Ahí va mi voto 😉
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