Llevaba meses tras su pista y ahora que los tenía localizados no quería que escapasen así que decidió ir tras ellos.
-Aquí el inspector Fernández, acabo de ver a la banda Júpiter entrar en la vieja fábrica de calzados. Voy tras ellos mientras llegan refuerzos. Cambio y corto.
Era de noche, todo estaba oscuro y tenebroso, aquel lugar llevaba cerrado más de 30 años y los cristales rotos estaban esparcidos por todo el suelo. El inspector entró con mucho cuidado, sujetando su 9mm con firmeza, se guiaba por su oído siguiendo el ruido de las pisadas sobre los restos de vidrios hasta que los alcanzó.
-Quietos, daos la vuelta muy despacio y tirad vuestras armas donde pueda verlas.- Les gritó.
La única respuesta que recibió fue un disparo en pleno corazón que resonó en toda la fábrica y que hizo al inspector caer ipso facto sobre el suelo levantando una capa de polvo a su alrededor.
En ese mismo instante el grupo de agentes de operaciones especiales llegaba en sigilo a la escena del crimen; manteniéndose ocultos tras una vieja máquina de fabricación, y antes de que pudieran entrar en escena, quedaron paralizados ante lo que sus ojos vieron. En cuestión de segundos Fernández comenzó a reír de forma irónica mientras que su cuerpo se levantaba como impulsado por las cuerdas de una marioneta.
-Creíais que con un disparo al corazón acabaríais conmigo y seguiríais disfrutando de vuestra libertad para continuar violando, asesinando y descuartizando inocentes. Lo que no sabíais es que yo soy un ángel, un Potestad, enviado a la tierra por el mismísimo Dios para cuidar del ser humano y trasmutar lo negativo. Vuestra era de maldad acaba aquí.- Y sin más acabó con ellos.
Sus compañeros, en silencio y sin perder detalle, comprendieron entonces el sentido de muchas cosas hasta ahora inexplicables.
Saludos Insurgentes