Iba de punta en blanco y hundía las manos en los bolsillos con una suficiencia que corroboraban su sonrisa torcida y sus pupilas rutilantes de triunfo. Claudia pensó que era uno de esos hombres que se sabían ganadores antes de tiempo, antes de que el reloj hubiera empezado siquiera a correr. Pero su sexto sentido contravenía las elucubraciones de su cabeza.
Había algo diferente en aquel forastero, como si fuera depositario de una habilidad única e inconcebible. Y no tuvo que esperar para averiguar de qué se trataba. Antes de que pudiera percatarse de sus intenciones, la silueta del recién llegado se confundía con la suya. Apenas los separaba un palmo de distancia. Él apoyó la mano en su hombro...Y todo comenzó a girar.
Una luz blanca inundó la mente de Claudia, sintió cómo su cuerpo se elevaba sobre las nubes de un ensueño que creía no haber visitado jamás. Entonces lo notó. Un cosquilleo flamígero le ascendió por las puntas de los pies, como si una procesión de hormigas rojas recorriera a toda velocidad su tren inferior hasta adentrarse en su bajo vientre. Cerró los ojos, contuvo la respiración y, por unos segundos, se entregó al éxtasis salvaje de las llamas...
—Disculpa, ¿me dejas pasar? Es para coger un vaso.
Claudia despertó de su trance.—Sí, claro, cómo no...
Vocabulario perfecto.
Efímero y metafórico.
Me ha encantado!
Enhorabuena compañero!
Saludos Insurgentes