Por un momento pensé que aquel hombre era una persona normal, un ser insignificante, con una vida vacía, uno de tantos que camina por la vida sin aspiraciones y sin más deseo que el seguir viviendo, que triste existencia, la tuya. Pero no tardé en aprender que no hemos de juzgar por las apariencias, por la sencillez o la falta de originalidad.
Aquel hombre guardaba, tras esa apariencia vulgar, una gran persona que había hecho por la humanidad mucho más de lo que nos podíamos haber imaginado.
Desde que había tenido uso de razón, sabía que estudiaría medicina, se dedicaría a investigar y crear medicamentos que ayudaran a la gente enferma. Y así lo había decidido tras la muerte de su abuelo, de una enfermedad extraña que nadie se había molestado en investigar y mucho mejor crear tratamientos para su cura. Ahora, gracias a él, existían esos medicamentos y muchas personas consiguieron vencer a esa enfermedad y otras muchas.
Si, aquel hombre, que no tenía perfil de Instagram, ni Facebook, ni nada parecido, se había entregado en cuerpo y alma a la investigación, incluso sacrificando el poder tener una familia, hijos, caminaba anónimo por la calle, sin que nadie le mirara, sin que nadie le agradeciera su trabajo.
Y eso no es todo, era la persona que había dirigido la creación de la vacuna del Covid-19, por lo que, gracias a él y a su equipo, todos podemos caminar por la calle, tranquilos, sabiendo que pronto venceremos a esta maldita enfermedad, gracias a personas anónimas e insignificantes como aquel hombre que me había cruzado, con la mirada perdida, pero feliz de saber que había hecho bien su trabajo.
Me ha encantado paisano!
Saludos Insurgentes