«El palo de odre.»

Por un momento, el jefe de la tribu se sintió traicionado, herido, desecho: "¿Cómo ha podido ocultárnoslo, en la adversidad de la sequía, en la delgadez de las siluetas mal trazadas que son las vacas huesudas al fondo amarillo de la sabana?"
    Por un momento, desdobló el pensamiento: "pronto, la lluvia; pronto, el brote", mientras miraba el cielo fino de la noche tras descubrir el defecto en el paladar del hijo.
     Por un momento, estuvo seguro de algo, del rito: la boca encarnada, un velcro de marcas, ya frías, por su espalda. Y el fuego lúcido y los troncos alrededor, descanso para los hombres con ojos de hiena. Al lado el palo de odre para la exhortación y los látigos embadurnados con veneno de abeja.
    Por un momento, se aquietaba la noche, moría su desdicha, se restauraba el paladar en complacencia de los dioses.
    Por un momento, amanecía nublado, con una expectación tribal creciente, dudosa y dividida en bandos.
    Por un momento, algunos creyeron que llovía. Otros que era la niebla espesa del fin de los tiempos.
    Por un momento, el padre y jefe de la tribu, inmóvil, sin  saber decidirse, como si  su vida estuviera hecha solo de momentos, antes de que diera comienzo la encarnizada guerra civil que acabaría con ellos, pero solo por un momento...por un momento de la imparable Historia...por un momento.