En el funeral de Emilia, todos sus nietos recordaban como su abuela les contaba su hazaña. Todos adoraban a la abuela Emilia, con sus noventa años, era la abuela más moderna, muy diferente al resto de abuelas de sus amigos. Cuando les recogía en el colegio, destacaba del resto por su buen porte, nunca salía de casa sin su base de maquillaje y sus labios pintados. Sus suaves manos, estaban decoradas siempre por unas uñas perfectamente pintadas. Ella decía que una mujer tenía que luchar siempre por sus derechos, pero sin perder ni un ápice de feminidad.
Siempre les preguntaban si su abuela había sido una actriz de cine, ciertamente lo parecía. Pero ellos siempre respondían que no. Contaban orgullosos que su abuela había sido la primera conductora de autobuses. Y lo hizo en una época en la que era algo impensable. El sitio de la mujer era su casa, cuidando de sus hijos. Como mucho podía aspirar a ser profesora o a servir en casa de alguna familia adinerada. Hasta que se casara, entonces debía dedicarse al cuidado de su marido y de sus hijos.
Emilia no hizo nada de eso, ella fue conductora de autobuses hasta el día de su jubilación. Se casó, tuvo hijos, pero eso no la impidió continuar con su trabajo. Se tuvo que enfrentar a muchas dificultades, a malas miradas, malos tratos de sus compañeros. Pero poco a poco se fue ganando el respeto de todos y terminó por ser respetada y muy querida, gracias a su carácter afable y educado y su buen hacer en el trabajo.
Hoy el velatorio de Emilia está a rebosar, ha sido un ejemplo para todos y para todas. Ahora la flota de autobuses está repleta de conductoras, gracias a Emilia que abrió el camino.
Saludos,
Carol.
Me ha encantado paisano.
Enhorabuena.
Saludos Insurgentes