«En tu mano»

Por un momento agarré su mandíbula firmemente con la intención de inmovilizarle. Le tenía sentado ante mi, de espaldas, y mi brazo izquierdo rodeaba su cuello. Frente a ambos, un espejo reflejaba nuestras caras, no así mis intenciones. Apreté con los dedos índice y pulgar, tirando de la piel de la cara hacia atrás, lo que formó una especie de sonrisa invertida en su boca. Sus ojos se clavaron en los míos y noté que su cuerpo se tensaba. Hizo un ligero intento de zafarse pero solo consiguió que yo aflojara un poco la mano. Desde hacía quince años nos encontrándonos un par de veces por semana, siempre los martes y viernes.  Se trataba de un hombre de negocios, muy ocupado y disciplinado, bien vestido y de exquisitos modales, rebosante de éxito en lo familiar y lo profesional. En mi caso, la fortuna siempre había pasado de largo sin detenerse ni a saludar.

- Fran, estás un poquito agresivo esta mañana - señaló con tono autoritario.
- Tranquilo, señor Antonio. Era por darle un toque dramático al curro. Arreglar barbas no tiene nada de emocionante, créame.
- Está en tu mano cambiar el destino - me guiñó un ojo.
Con un movimiento rápido y brusco de navaja corté su garganta a la vez que miraba el reloj de la pared para comprobar cuánto tiempo necesitaba un triunfador para morir desangrado.