Hacía un par de años lo entendí todo, en el que me llamaron hereje y me apedrearon, como si fuera yo, la única curiosa de aquello que desconocía, ¿era yo la loca o eran ellos los ignorantes? habían 50 mujeres mal contadas aparte de mí, algunas mejor vestidas y otras apenas con harapos, todas llenas de mugre, no nos dejaban ducharnos, solo eran cuatro paredes, y 178 barandas de metal, las conté por el aburrimiento y el nada que hacer.
Me encarcelaron durante una semana, una semana en la que recordé las violentas acciones tomadas contra mi pálido y delgado cuerpo. Me sentía tan aterrorizada de lo que podría pasarme, esta gente estaba loca. Las demás en la celda me miraban de la misma forma que yo a ellas, angustiadas y con mirada perdida por el «qué pasará», nos temíamos lo peor… La muerte y las torturas.
La primera vez que una chica intentó hablar con alguna de nosotras, se la llevaron y nunca volvimos a verla, tras ese día los guardias murmuraron con fastidio e ignorancia acerca de la chica, dijeron haberle tenido cierto temor porque les echara algún conjuro por tenerla encerrada. ¡Eran meras habladurías! Estaba segura de que no sucedería aquello, la chica sólo era alguien normal a mi parecer, pero al suyo, ella era un monstruo.
Me ahorcaron una semana después y ahora narro todo esto como un cuento. «Pero es lo que me ocurrió».
