«Esperanza y Soledad»

Por fin lo he conseguido, he publicado un libro, y creo que Esperanza y Soledad, las protagonistas de la historia, estarían orgullosas de mi.

Mientras doy mi paseo matutino me voy fijando en todo lo que encuentro a mi alrededor. Empieza la primavera, la alegría rebosa a través de las sonrisas que por fin veo en la gente, y los turistas capturan instantáneas del parque como si estuvieran ante cualquier monumento.

Decido sentarme en un banco y jugar. Desde pequeña, juego a imaginarme como son los desconocidos, en qué piensan o sin son felices. Me fijo en una señora, y su cabello morado me hace imaginar que las canas asoman más de lo que ella quisiera. Seguro que acaba de salir de la peluquería y no le gusta su peinado, porque la cara de malas pulgas que lleva no puede deberse a otra razón, y estoy convencida de que esta tarde no saldrá de casa para que no la vean sus amigas y se quedará disfrutando de su telenovela preferida.

De repente, una pareja de amigas se sientan frente a mí. Y no puedo creer lo que estoy viendo.

Llama la atención la chica sentada con las piernas cruzadas encima del banco, con un vestido amarillo y una cinta recogiendo su cabellera, alborotada entre rizos rubios. Veo una sonrisa que infunde calma y no deja de hablar sin cesar, gesticulando hacia su acompañante.

A su lado veo una chica alicaída, viste de gris y su rostro pálido recuerda al de alguien que lleva días sin dormir. Veo a través de su mirada sufrimiento. Sufre, lo sé bastante bien.

En su caso no puedo imaginarme qué les sucede, simplemente lo sé.

Lo sé porque estoy viendo a Esperanza y Soledad. Ellas sienten lo mismo que yo.