«Existí»

Una extraña sensación, como si alguien me observara, me despertó de golpe. Abrí los ojos y
parpadeé con lentitud, tratando de acostumbrarme a la exagerada blancura de la habitación, aunque
no lo logré hasta pasados varios minutos. Me encontraba en una habitación - si es que podía
llamarse siquiera así – de paredes y suelo de un blanco cegador, tan puro, que hacía casi imposible
distinguir donde acababa el techo y empezaba el suelo, vacía, y para mi sorpresa, sin puertas ni
ventanas.
Espera, eso no tenía lógica. Al menos, debería ser capaz de encontrar algún tipo de conducto de
ventilación, porque no notaba falta de oxígeno. Me puse de pie y comencé a caminar, rozando con
suavidad las paredes de la habitación, pero no había nada. Eran totalmente lisas.
Pero, ¿cómo había llegado hasta allí? Traté de hacer memoria, pero solo conseguí que me asaltaran
nuevas dudas ¿quién era yo? ¿dónde vivía? ¿tenía familia? ¿qué había hecho en el pasado? Mi
respiración se aceleró aún más cuando me dí cuenta de que ni siquiera recordaba mi nombre, mi
edad o mi género, así que intentando calmarme, aún con la seguridad de que la habitación no era tan
solitaria como creía, decidí centrarme en lo más sencillo. A falta de un espejo, observé con
detenimiento mi cuerpo y subí las manos a mi cara, tanteando. Era una chica, aparentemente joven,
tal vez de unos veinte años como mucho. Vestía con ropa sencilla, de verano. Pelo corto, a la altura
de los hombros, piel morena.
¿Por qué seguía sintiéndome observada, escuchada? Mire a mi alrededor de nuevo. Nada. ¿Quién
eres? ¿Por qué sigues escuchando? ¿Por qué no puedo siquiera… verte?
De pronto, la sensación de que existía, de alguna forma, llegó a mí de forma asfixiante.
Tal vez solo fuera un… pensamiento.