«Experimento de caso único»

Hoy puedo decir que es verdad.

No me lo creía, pero soy un investigador y, como tal, devoto del método científico, así que no iba a negar la idea sin más. Debía ponerla a prueba: durante cuarenta días me he sometido al experimento.

El primer signo exterior que apareció fue la palidez y la sequedad de la epidermis. He dejado de beber agua y comer verduras porque me producen arcadas. Por esa razón también estoy estreñido. Ahora entiendo cuando los zombis de televisión se mueven a espasmos y quejándose: el dolor de tripa es insoportable. Además, las heridas no curan. Y como ahora me meto en más líos, las excoriaciones aumentan.

Respecto al hambre: solo tengo ganas de comer animales vivos. Aun con las encías enrojecidas, noto los dientes resistentes.

Los globos oculares no acatan órdenes: solo miran al cielo y no es fácil evitar los excrementos caninos.

Las articulaciones, por su parte, se han vuelto rígidas; su flexión no supera los tres grados de libertad. Por eso he descartado peinarme. Al respecto, leí que, en la valoración de la belleza, el peinado tiene un 45% de importancia. Y los ojos, un 15%.

En resumen, mi atracción sexual ha mermado significativamente, otro rasgo característico.

El oído también ha perdido capacidad. Debo confiar en mi olfato para ubicar las cosas, pero con los perfumes de alrededor no hay manera de saber dónde anda la presa.

Mi capacidad de pensamiento va disminuyendo de un día para otro así que tendré que terminar hoy mismo la redacción del artículo. Me quedan las conclusiones:

“En el experimento, con diseño de caso único, queda demostrado que la utilización sistemática -en dosis de mañana y noche- de recipientes reutilizados de restaurante chino para calentar comida en el microondas produce un proceso total e irreversible de zombificación”.