«ZOMBIE EN LA ONDA»

Mickey iba a trabajar, como siempre, a la radio. Pero aquel día, un indigente borracho e incapaz de articular palabras, se le acercó lentamente y le mordió en la mano. Fue corriendo hacia la emisora para poder curarse, no había tiempo para ir al hospital porque su programa de rock iba a comenzar.
—¡Buenos días, rockeros! ¡Vamos a meterle caña a este lunes!
Pinchó la canción más larga que encontró y aprovechó para curar su mano. Conforme avanzaba la mañana, un malestar general invadió todo su cuerpo. Volvió a visitar el botiquín y engulló un par de pastillas.
Sólo quería dormir. Programó un montón de canciones y se echó una cabezadita. Cuando despertó todo estaba borroso. Quiso salir a tomar el aire y se enfadó consigo mismo, sólo avanzaba en cámara lenta y no era capaz de girar el pomo de la puerta. Fue a coger el teléfono y tampoco consiguió desbloquearlo para llamar.
Optó por sentarse y recapacitar. Nada tenía sentido, supo así que aquello era una pesadilla y que saldría de ella cuando se despertara.
Tres días más tarde, Mickey seguía en su silla pinchando música. Todavía era capaz de presionar botones, aunque había decidido no mirar las personas de las portadas de los discos que había en las estanterías, le entraba hambre si lo hacía.
Perdió la noción del tiempo en aquella habitación de la que nunca saldría, pero poniendo su música él era feliz.
Dos meses después, el pomo de la puerta giró, Mickey se levantó y lo último que vio fue una flecha que avanzó contra su cráneo.
—¡Este zombie era el último! —dijo Rick
—¡Lástima! —respondió Daryl—. Era bastante bueno pinchando música.
—¿Te acuerdas de cómo presentaba las canciones?
—Sí —respondió Daryl—. Aagghh, agh aaaaggghhh...
Y, entre risas, cerraron la puerta del estudio.