«FRESAS Y AMAPOLAS EN EL DESIERTO NOCTURNO»

Está sentada bajo el porche, yo delante suya. Me molesta el humo de su cigarro, pero me gusta estar con ella. Discutimos sobre Dios y el universo, ella sostiene que Dios existe. Señala detrás de mí, el cielo está oscuro, pero estrellado. Las estrellas brillan entre la oscuridad con elegancia. Me dice que quién si no iba a crear todo esto, yo le replico que me parece absurdo, que todo tiene una explicación científica... Pero ella sigue empeñada en que Dios fue el creador del universo. Mientras me habla contemplo su pelo oscuro como la noche, mezclado con el color de las amapolas. Sus ojos brillantes color tierra y noche oscura, a juego con su camisón. Observo con atención su piel de tono claro, del color del desierto de Siria. Sus dientes color perla, sus labios como los chicles de fresa de antaño. Mientras charlamos, ella inhala y exhala el humo, encoge las piernas y las posa sobre el borde de la silla. Sus uñas lucen como fresas brillantes. Me advierte que ha visto una estrella fugaz, me doy la vuelta pero no a tiempo para lograr verla. "Pide un deseo, dicen que cuando ves una estrella fugaz, si cierras los ojos y pides un deseo se te cumple" le digo mientras pienso y fantaseo con la idea de besarla y me imagino que quizás ella desee lo mismo, en mi cabeza me imagino la escena: ella cierra los ojos y yo la beso. Acto seguido me mira y yo le digo "concedido". Ella me sonríe y me vuelve a besar.
Vuelta a la realidad le digo "tienes que pedir un deseo, pero no lo digas en voz alta, si no no se cumplirá". Ella se queda en silencio un instante, luego dice "quiero dos mil euros". Yo sonrío falsamente.