La tormenta que caía aquella noche era especialmente dura. La nieve lo cubría todo, apenas te dejaba ver ni caminar. Te separaste de tu grupo y ya llevabas un rato caminando solo. El frío empezaba a desorientarte. A saber cuanto tiempo estuviste deambulando por el bosque aguantando semejante frío, cansancio y hambre. Además de evitar los animales que acechan entre la maleza.
Por eso, cuando encontraste la cabaña no dudaste y entraste. Fuiste el último de tu grupo en llegar, pero ya no pensabas en ellos. Tu cuerpo estaba al límite, no te culpo por ello. No te pareció raro que hubiera velas encendidas, ni fuego en la chimenea. Tampoco se te pasó por la cabeza como era posible que hubiera una pota grande con lentejas bien calientes, recién hechas, con zanahoria, patatas y un tipo de carne que no lograste identificar. No, no te paraste a pensar en nada de eso. Y lo entiendo, yo también he pasado mucho frío viviendo en este bosque. Y también he pasado, sobre todo, hambre. Pero tu mayor error fue no darte cuenta de que estaba a tu espalda, con el hacha todavía ensangrentada.
Enhorabuena
Saludos Insurgentes.
Dicho esto, lo encuentro muy bien escrito. Felicidades.