Les observaba impertérrito comer como cerdos las viandas más caras y sofisticadas mientras hablaban de la muerte por inanición de mil millones de seres humanos, curiosamente eso fue lo que le resultó, por fin, insoportable.
Al fondo de la sala, el hombre invisible, el mastín fiel, el siervo agradecido, el hombre con el que siempre su puede contar, sólo quería meter la mano en la sobaquera, sacar su arma y vaciar el cargador en aquellas despreciables cabezas.
Pero el perro fiel, era también un perro listo que observaba las cámaras con las que esos desconfiados cabronazos grababan sus reuniones para mantenerse chantajeados los unos a los otros, observaba y trazaba un plan.
Cerca, su jefe, el hombre de las energéticas, discutía como las acciones para el desarrollo del Proyecto Noé acelerarían el ya inevitable cambio climático, y como ganar tiempo fomentando los grupos negacionistas para mantener distraída a la masa en estériles debates.
Más allá, el jeque ofrecía, con melosa sonrisa y perfecto inglés de Cambridge, la intimidad de sus vastos desiertos y la opacidad informativa de su reino para los lanzamientos que deberían multiplicarse y ocultarse, aunque disimularan muchos de ellos con la incipiente industria de los viajes espaciales turísticos y la construcción de un lujoso resort vacacional en órbita geosíncrona.
En otro corrillo, se discutía cómo y cuándo desactivar los arsenales nucleares, no ocurriera que a los regímenes surgidos tras las inevitables revueltas, les diera por utilizarlos en las también inevitables guerras por los recursos, -un planeta radiactivo no es el acogedor hogar al que volver en cuanto la naturaleza terminara su período de…depuración -comentó riendo el representante de las tecnológicas.