Tiene la falda cubierta de nieve, el encaje manchado de barro, y pequeñas gotas de escarcha dejan tras sus huellas aroma a hierba mojada.
Mira al cielo con unos enormes ojos verdes; entre los árboles aparece el Sol y trae con él esperanza.
Sonríe, extiende los brazos, sus manos se convierten en ramas de mimosa y flores de cerezo brotan de su cabello. Su falda se cubre de hojas y en su cintura se enrosca una buganvilia. Baila con los ojos cerrados mientras a su alrededor cantan los pájaros. Abejas y mariposas se afanan en su trabajo.
Y entonces, el suelo tiembla.
Se acerca despacio, grande y poderoso. Su cuerpo mecánico se compone de piezas horriblemente unidas; neumáticos, botellas, envoltorios… La mira con ojos maliciosos. En su cabeza humean tres chimeneas y de sus articulaciones gotea un espeso mejunje negro con olor a petróleo.
Primavera trata de alejarse, pero su falda pesa demasiado. La vida se aferra a ella: ardillas, conejos, zorros... Quiere protegerlos, pero apenas puede protegerse a sí misma.
Los arbustos se secan mientras el monstruo avanza. Los pájaros desaparecen, las mariposas caen a sus pies… Primavera se marchita demasiado pronto y oculta su rostro para no presenciar cómo termina todo.
De pronto, unos niños irrumpen, bulliciosos, en el claro. Quiere prevenirlos, pero ellos no la están mirando. Se detienen y recogen del suelo latas y botellas de plástico. Las meten en cubos y siguen adelante, felices mientras limpian el bosque.
Primavera alza la vista; el monstruo retrocede, mirándola con ojos sibilinos. Aunque deja un rastro de podredumbre y destrucción, los animales se tranquilizan y las mariposas levantan el vuelo. Ella llora al mirar a los niños que la han salvado. Y, con la esperanza de que llegue a muchos otros, susurra al viento:
—Todavía estamos a tiempo.
Desgraciadamente el cambio climático es inevitable, pero quien sabe, nunca es tarde para intentar arreglarlo.
Saludos Insurgentes
Muy buen relato, Carolina. Muy visual y creativo 🙂