Este no es mi cuarto, el mío tiene en la cabecera el crucifijo de mis abuelos y enfrente el armario. Estoy en una habitación totalmente blanca. Solamente tiene una cama con las sábanas blancas. Yo también llevo un pijama blanco, que ni es mío, ni recuerdo haberme puesto. Este cuarto es claustrofóbico, no tiene ventanas. La puerta también está pintada de blanco y un pequeño cristal rectangular a la altura de los ojos. ¿Qué hago aquí y cómo he llegado?
Me levanto y siento las piernas y los brazos muy pesados. Creo que me han drogado, me cuesta mantener los párpados abiertos. Voy a ver si la puerta está abierta. Nada, totalmente cerrada desde fuera. Desde el cristal solamente veo otra pared blanca, parece un pasillo con más habitaciones como la mía.
¡Quiero salir de aquí!, grito hasta que la garganta me pica, pero nadie viene. Lo último que recuerdo es salir de casa con la ropa de running y los auriculares con música a todo trapo.
¡Si esto es una cámara oculta ya os habéis reído bastante, sacadme de aquí!
Nada, no se oye ni una mosca, me toco el cuello, es una manía que tengo cuando estoy nervioso y ahora lo estoy. Noto una roncha, como un picotazo de mosquito, creo que me inyectaron algo y por eso no recuerdo nada.
Oigo unos pasos, meto la almohada en la cama y la tapo como si yo continuara dentro. Puede que abran y me pueda escapar, me escondo tras la puerta.
¡Creo que me van a matar! Se ha asomado alguien con la careta de Saw ¿me habrá encerrado un loco? ¡Ay, Dios! Si me sacas de aquí prometo volver a misa todos los domingos.
¡Están abriendo!
-¡Novato, has pasado la prueba, bienvenido a la hermandad Beta!
¡Mierda, novatadas!